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Crisis climática: junio y julio fueron los meses más calurosos de la historia

Lo indicó la Organización Meteorológica Mundial (OMM). “Debemos prevenir una alteración climática irreversible. Es la batalla de nuestras vidas”, señaló António Guterres, secretario general de la ONU.

8 de agosto de 2019| Roberto Andrés |

Según los nuevos datos de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Cambio Climático Copérnico, julio coincidió, y tal vez rompió, el récord del mes más caluroso desde que comenzó el análisis. Este nuevo récord se produce justo después de registrarse el mes de junio más cálido del que se tiene constancia.

“Julio supone un nuevo episodio de la historia climática, dado que se han establecido docenas de nuevos récords de temperatura a nivel local, nacional y mundial”, dijo el secretario general de la OMM, el finlandés Petteri Taalas. “Según las previsiones de la OMM, 2019 será uno de los cinco años más cálidos de los que se tiene constancia, y el período 2015-2019 será el quinquenio más caluroso jamás registrado. Se agota el tiempo para hacer frente a peligrosos aumentos de temperatura que tendrán numerosas repercusiones para nuestro planeta”, señaló.

Según el Programa Copernicus para el Cambio Climático, “los últimos datos muestran que este año continúa trayendo temperaturas récord. Cada mes en 2019 se ha clasificado entre los cuatro más cálidos para el mes en cuestión, y junio fue el junio más cálido jamás registrado. Ahora se confirma que julio también fue un mes excepcional”.

“Julio es generalmente el mes más cálido del año. Esto se debe a que las grandes masas de tierra del hemisferio norte se calientan más rápido de lo que los océanos del hemisferio sur pueden enfriarse durante los meses de verano del norte, y viceversa en el invierno del norte, por lo que los patrones estacionales del hemisferio norte impulsan las temperaturas globales en su conjunto”, señalaron desde este programa, de cuya gestión se encarga el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (CEPMPM).

Las temperaturas récord de julio de 2016 fueron vinculadas al fenómeno natural de El Niño, un factor meteorológico que contribuye a aumentar la temperatura promedio global. Sin embargo, este fenómeno no se ha dado este año. Los científicos relacionan las altas temperaturas registradas con el calentamiento global, un fenómeno cultural provocado por la explotación irracional de los hidrocarburos y la pérdida de biodiversidad.

Según las proyecciones, presenciaremos un aumento de 1.5 grados centígrados entre 2030 y 2052 si no se ataja la situación y se mantiene el ritmo de deterioro actual. Solo este pasado 1 de agosto se registró el derretimiento de unas 11.000 millones de toneladas de hielo en la capa superficial de Groenlandia, una cifra récord que equivale a 4.4 millones de piscinas olímpicas.

“El calor excepcional ha ido de la mano de una alarmante fusión de los hielos en Groenlandia, el Ártico y los glaciares europeos. Por segundo mes consecutivo, incendios forestales sin precedentes han devastado el Ártico, calcinando bosques antaño vírgenes que ahora, en lugar de absorber dióxido de carbono, se han convertido en abrasadoras fuentes de emisión de gases de efecto invernadero”, señaló Petteri Taalas. En el mismo sentido, Oksana Tarasova, jefa de la División de Investigación sobre el Medioambiente Atmosférico de la OMM, indicó que “al quemar vegetación, los incendios forestales también reducen la capacidad de la biosfera para absorber dióxido de carbono. Si se quiere luchar contra el cambio climático, es preciso aumentar esa capacidad”. “No es ciencia ficción. Es la realidad del cambio climático. Está pasando y se agravará en el futuro si no adoptamos medidas urgentes para combatirlo”, concluyó Taalas.

“Siempre ha hecho calor en verano, pero estas temperaturas no se registraban cuando éramos jóvenes, ni cuando lo eran nuestros abuelos”, dijo el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, al dar a conocer los datos en Nueva York. “Si no hacemos nada para frenar el cambio climático ahora, esos fenómenos meteorológicos extremos serán solo la punta del iceberg. Debemos prevenir una alteración climática irreversible. Es la batalla de nuestras vidas, una batalla para luchar por nuestras vidas. Y es una batalla que podemos y debemos ganar”, destacó.

En diciembre de 2015 se firmó un acuerdo internacional en París con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y así estabilizar la temperatura promedio global alrededor del 1,5° C por sobre los niveles preindustriales. La idea es evitar que para finales de siglo la temperatura aumente los 2° C a través de los cuales la crisis climática se saldría de control.

Sin embargo, el acuerdo ha sido cuestionado. El pionero del cambio climático, el climatólogo de la NASA James Hansen, calificó el acuerdo como un fraude. “Es sencillamente una mentira que ellos digan ’tenemos un objetivo de 2° C y trataremos de hacer (las cosas) un poco mejor cada cinco años’. Estas son palabras sin ningún valor. No hay acciones, solo promesas”.

Por otra parte, Robert Watson, expresidente del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), afirmó que los acuerdos conseguidos en París “solo contribuirán a reducir la trayectoria de las emisiones de gases de efecto invernadero global en comparación con la tendencia actual”.

Watson ya había declarado que en 2030 se podría llegar al incremento de 1,5 grados, y en 2050 se estaría en el nivel de los 2° C, aunque se apliquen los recortes de GEI previstos en el Acuerdo de París, por lo que concluye que, con los planes actuales, los países emitirán un 33 % más de gases de efecto invernadero en 2030 que lo requerido

En el anexo del Acuerdo de París ya se reconocía que los esfuerzos no eran suficientes. Según ese texto, para cumplir con la meta de los 2° C en 2030, se deberían emitir 40 gigatoneladas de gases de efecto invernadero anuales. Pero, con los esfuerzos presentados por los firmantes del pacto, ese año se rondarán las 55 gigatoneladas, unas 15 más de lo requerido.

La clase capitalista, que lleva siglos explotando irracionalmente los recursos que permiten nuestra subsistencia, nos arrastra a la barbarie ecológica. Negacionistas por un lado y tibios lobbystas que ven en las energías renovables solo una nueva oportunidad de negocio, son incapaces de frenar la crisis climática.

Solo una transición energética y ecológica internacional que nos lleve a modificar la matriz energética y productiva mundial, basada en la expropiación de las principales ramas de la economía y un plan racional constituido por los explotados y oprimidos de mundo, podrá evitar la barbarie a la que nos empujan los capitalistas.

En ese camino, la combinación de las exigencias a los gobernantes y las denuncias contra los “falsos amigos” del pueblo será una herramienta fundamental para construir la gran fuerza social que imponga esa transición contra la voluntad de los explotadores. Una gran fuerza social en donde los trabajadores serán la base fundamental y la juventud su vanguardia. (LID)

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