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El gran tema de la soberanía nacional y el poder ver el bosque…

Un dicho popular afirma que el árbol puede llegarnos a tapar el bosque. Pues, lo mismo suele ocurrir, cuando ejercitamos el pensamiento político. Por ejemplo, cuando centralizamos la mirada tan solo en la distribución de la riqueza, más precisamente en la brecha existente entre pobres y ricos, resulta presumible que nuestra sensibilidad se conmueva, que se despierte un natural espíritu de justicia y que, como consecuencia, nos distraigamos acerca de esa gestalt, esas relaciones globales de las nuevas dependencias, que son la causa misma de esa injusta distribución de la riqueza. Me refiero al modelo transcolonial en que esa brecha de iniquidad se produce, se instala y justifica. Si tan sólo enfatizamos esa iniquidad y nos distraemos de considerar el hecho colonial en que sucede, tal como suele ocurrir en muchos discursos tanto de izquierda como de derechas, nos preguntamos: ¿qué es lo que se está intentando inducir sino la posibilidad de que se socialice el modelo de la dependencia, distribuyendo tal vez con mayor equidad los frutos amargos del nuevo colonialismo? Por supuesto que, si algunos lo expresaran con esa claridad, se convertiría sencillamente en una propuesta obscena… entonces, y en esos casos, tan sólo se lo sugiere, se lo encubre con falsos arrebatos de radicalidad, y se crean las condiciones para provocar en el oyente el falso razonamiento que consiste sencillamente, en que el árbol no nos permita ver el bosque…

26 de octubre de 2011| Jorge Rully Grupo de Reflexión Rural |

¿Y por qué razón no quieren que veamos el bosque? ¿Por qué razón se resaltan muchas veces hasta con contumacia los problemas puntuales, en especial aquellos que comprometen nuestra conciencia solidaria o justiciera, y se esfuerzan para que no veamos el contexto de los modelos de la dependencia? Son muchas las respuestas posibles. Generalmente, y llevado por una inclinación a la comunicación social y a la formación de conciencia en aquellos con los que dialogo, apelo al argumento que presupone desconocimiento y visiones antiguas que dificultan la comprensión de las nuevas relaciones de dominio corporativo en el mundo globalizado. Esto me ha conducido a situaciones fastidiosas, ya que facilito el gambito fácil por izquierda de los que pretenden ver un exceso de ingenuidad, donde solo existe un recurso dialógico que, presupongo útil. Pero, lo más extraño me ocurrió hace no mucho tiempo, cuando en el despacho de un alto funcionario del gobierno, y exponiendo yo los alcances genocidas de las actuales prácticas de la agricultura industrial y de los impactos de los venenos químicos que la acompañan, a la vez que tratando de atenuar toda susceptibilidad en el otro, con la presunción de ignorancia en los más altos niveles decisorios, se me interrumpió la exposición, diciéndome enfáticamente: “UD está equivocado, no es que no lo sepan, sencillamente, son cómplices….” Desde ya que estas situaciones que expresan extrema lucidez y a la vez un extremo cinismo, solo pueden darse en este tipo de gobiernos populistas y desarrollistas, gobiernos que se nutren de viejos cuadros revolucionarios, devenidos por imperio de la edad y del pragmatismo, en mecanismos funcionales a las políticas del crecimiento corporativo.

De hecho, reconozcamos que, la conciencia culposa que puedan tener los decisores no hace la diferencia. El modelo de exportación de commodities, o sea de producciones sin valor agregado o con valor agregado cuando ese valor es la producción de Biocombustibles, además, con un precio fijado en el mercado de Chicago, es el esquema básico de nuestra actual dependencia. Luego se añadió a ello la biotecnología y el sistema de los Agronegocios que además de configurarnos como un país laboratorio para la liberación de semillas transgénicas, desarraigó del suelo a las poblaciones y nos enfrentó a un incierto destino de megalopolización y tugurización en los nuevos e inmensos conurbanos. Todo lo demás, tal como la minería o las implantaciones forestales para pasta de papel, son consecuencia de este esquema básico que se constituyó sobre la determinación política de extraer materias primas y producir commodities para exportar a los nuevos mercados globalizados. Minería a cielo abierto con cianuro, monocultivos de árboles o el desierto verde de la Soja, extranjerización de la tierra, expulsión de campesinos, remates de campos de pequeños agricultores endeudados, concentración de la ganadería en corrales de engorde o sobrepastoreo en las tierras marginales, destinar la agricultura para alimentar los automóviles europeos, falta de derechos laborales en las nuevas áreas de servicios, crisis de viviendas para los migrantes internos expulsados de sus lugares de origen, cambio de los hábitos alimentarios e ingesta generalizada de comida chatarra, descenso impresionante de los sistemas inmunitarios de la población y enfermedades generalizadas, depreciación de la educación reducida a dar comida en las escuelas a una niñez con hambre, etc. No obstante, una y otra vez, se insiste en combatir las consecuencias y se oculta y naturaliza el origen de todos esos males: la pérdida de Soberanía Alimentaria y aún más todavía, la falta de Soberanía, por ausencia de un proyecto Nacional y en especial, por haber aceptado un rol dependiente de las necesidades de los mercados globales y de las Corporaciones transnacionales.

Si consideramos que estamos a caballo entre dos paradigmas del pensamiento y que al común y en general a la generación apropiada del poder político que no sobrepasa nunca los 60 años y que se reproduce ahora a través de la Cámpora, en una generación joven y a la vez vieja hecha a su medida, le cuesta dejar atrás las miradas y los imaginarios propios de los años setenta y las categorías de la izquierda clásica, resulta con mayor razón carente de sentido indagar complicidades conscientes, cuando los hechos y las consecuencias del nuevo colonialismo transnacional resultan estruendosos. De hecho, existe un universo del discurso en que muchos son seducidos, y en que podemos advertir algunas aristas emancipatorias y una preocupación por los derechos humanos en particular del pasado, pero por otra parte, existe también, una creciente consolidación de los modelos de la dependencia fijados en la etapa del neoliberalismo, o sea en los años noventa. Ser capaces de diferenciar ambos universos y priorizar la capacidad de visualizar el bosque o sea, de mantener una mirada que no pierda la conciencia del conjunto y en especial del modelo productivo establecido; y no me refiero de manera alguna a una abstracta mención del Capitalismo que, resulta común y suele ser parte de las excusas para tapar el bosque... Me refiero a ser capaces de mantener la mirada en el conjunto sin perder la fuerza, la ética y la ternura que nos proporciona el caso singular, el caso de lo local y de lo pequeño que siempre es hermoso, de aquello que nos permite arraigar en un proyecto dado a nuestra escala humana y en un suelo dado... Ser capaces de armonizar ambas escalas, ambas miradas, ambos compromisos y ambas conciencias, sin dejar de tener presente el gran tema de la Soberanía y de la Liberación Nacional , es el gran desafío de lo revolucionario en épocas de globalización.

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