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¿Estado o mercado?...

Los argentinos no somos tan exclusivos, después de todo. Si bien mantenemos viva la discusión sobre unitarios y federales o los verdaderos padres de nuestros próceres -o no tanto- el mundo no nos va en zaga y mantiene viva la clásica división entre izquierda y derecha que en el campo de la economía implica la discusión entre el mercado extremo que propone que el estado debe ser mínimo y quienes, del otro lado, proponen que el estado debe ocupar un lugar estratégico en la economía.

28 de octubre de 2008| copenoa |

Por supuesto, los argentinos, sin menoscabo de aquellas tan importantes cuestiones, no podemos, dado nuestro acendrado amor propio, quedar al margen de esta disputa tan coqueta del primer mundo y tenemos en consecuencia nuestra propia versión de esta dialéctica: el enfoque pro mercado acá se acompaña con cierta aversión a los valores republicanos, con honrosas excepciones, y del otro lado, tenemos nuestra propia creación: el populismo, que también comparte su falta de convicción en los valores republicanos, tal vez por aquello de que los extremos se juntan…

¿Tenemos opción entre nuestros vernáculos pro mercado que lo conciben de manera tal que grandes porciones de la población quedan al margen de él y los populistas que toman los recursos del poco mercado que pueda existir para hacer clientelismo hasta que definitivamente ese mercado desaparece, mientras de uno y otro lado padecemos de ausencia de República?...

Por cierto, existe una alternativa. Por una parte, debemos recordarles a los pro mercado que un prerrequisito para que éste funcione es que tengamos plena vigencia de las libertades individuales, división de poderes, federalismo, etc. lo que implica necesariamente estado, y a los populistas, que un estado omnipresente, autoritario y degradante, que no por “estatista” es menos irrespetuoso de la división de poderes y el federalismo, en la medida en que fagocita el mercado se transforma en un gigante de pies de barro como nuestra propia experiencia nos lo mostró ya, además de cercanas en el tiempo experiencias mundiales.

La alternativa consiste en encontrar un razonable equilibrio entre estado y mercado, que no los conciba como sucedáneos sino como complementos, porque claramente la división del trabajo también se aplica al estado y al mercado: ¿alguien con sensatez y honradez intelectual negaría que el estado es “bueno” planificando los requerimientos de infraestructura, las necesidades de vivienda que aventarían los desgarrantes asentamientos, fortaleciendo la educación y la salud; o que el mercado es “bueno”, en un marco de la más amplia competencia, proveyéndonos de abundantes bienes y servicios en cantidad y calidad, junto a empleo y nuevas inversiones que aseguran el crecimiento y desarrollo?.

Necesitamos entonces, del estado: instituciones sólidas, con funcionarios capacitados y honestos; división de poderes; federalismo; justicia independiente; un Congreso que no resigne sus funciones y una reforma educativa integral que minimice la deserción y el desgranamiento, a la vez que recupere a los niños y adultos que las condiciones de subdesarrollo expulsan y han expulsado de la formación educativa. Del mercado, inversiones sistemáticas, competencia, ocupación, reentrenamiento y jerarquización permanente de los trabajadores, salarios dignos y responsabilidad social empresaria, junto al cuidado del ambiente.

Parece difícil moverse por los términos medios, aunque nadie, excepto tal vez los argentinos, transita por las banquinas sino por la calzada, ¿verdad?...

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