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Inflación, recesión y ajuste: ¿la economía sin brújula?

El 2,6 % de inflación de abril encendió las alarmas. Sigue el derrumbe en el consumo. Brotecitos verdes en la construcción. Preocupación en el establishment sobre quién marca el rumbo económico.

12 de mayo de 2017| Pablo Anino |

Que la libre interacción de oferta y demanda conduce a equilibrios es una idea falseada a cada momento por la realidad. Sobre esa idea se formularon varias de las iniciativas económicas de Cambiemos.

En particular, la política monetaria está guiada por el intento de reducir la oferta de dinero en circulación: el “razonamiento” es que con menos billetes en manos de la “gente” los precios no suben.

Y así se doma la inflación vía reducción del consumo “frenético” y “descontrolado” de aquellos, digamos los trabajadores, que quieren vivir por encima de sus posibilidades, comprando teléfonos móviles o tomando vacaciones, una ficción insostenible, que desvela al actual presidente del Banco Nación, el economista con diploma de honor de la UCA, Javier González Fraga.

El consumo mostró un nuevo derrumbe en el mes de abril: la firma Scentia señaló que en el acumulado hasta el cuarto mes la caída interanual es de 5,2%. Según la Came, el consumo minorista acumula una caída de 3,7 % en lo que va del año. Los analistas, que son la voz de las grandes empresas, señalan que es en los sectores de menos ingresos donde más se nota la caída del consumo. De este modo, el macrismo logra el “milagro” que la caída de la actividad se combine con una reactivación de la inflación.

El proceso de ajuste no es fácil. Es traumático desde el punto de vista social. Entre el momento de la asunción de Cambiemos y hasta diciembre pasado el poder de compra del salario retrocedió 6,4 % entre los trabajadores registrados del sector privado y 7,3 % entre los empleados públicos. Entre el 80 % y 90 % de los que tienen ingresos ganan menos de la canasta familiar, estimada en $ 23 mil por ATE Indec.

El malestar crece. La contundencia del paro del 6 de abril fue una muestra, aunque distorsionada por los límites que le pusieron las cúpulas sindicales, que evitaron una movilización ese día ¿Qué pasaba si miles se volcaban a la calle, como ocurrió este miércoles 10 de mayo contra el 2x1, pero para dar expresión al paro?

El verdadero objetivo de las incumplibles metas de inflación de Federico Sturzenegger es poner un límite a las subas salariales. Todas las mediciones, inclusive la oficial del Indec, muestran que la inflación anual se ubica en más del 27 %. Bien lejos del entre 12 % y 17 % pautado por el jefe del Banco Central.

El Gobierno para lo único que mantiene las metas de inflación es para las paritarias estatales y, en menor, medida para los trabajadores registrados del sector privado. Para el resto de los precios de la economía hay vía libre: los tarifazos que anuncian los ministros o María Eugenia Vidal no respetan la pauta, tampoco ninguna de las grandes empresas de la alimentación, ni los supermercados, ni siquiera las cadenas como Farmacity o La Anónima, vinculadas a funcionarios de la Jefatura de Gabinete.

El destino principal de los billetes que se sacan de los bolsillos de los trabajadores, vía deterioro del poder de compra del salario, pero también a través del ajuste fiscal con recortes y tarifazos, son las cuentas bancarias de los empresarios.

El capitalismo es una forma de organización social de la producción inherentemente caótica, no planificada y arrojada a los designios de la competencia empresarial. Los desequilibrios brotan, de forma más o menos abierta, a cada momento según el estado de las ganancias empresarias.

Después de una década donde los empresarios la levantaron en pala (gracias a Néstor y Cristina), es decir que las ganancias gozaron de buena salud, con el agotamiento del esquema económico kirchnerista, que implicó, entre otras cosas déficit fiscal y externo, la clase capitalista reclamaba un cambio.

El ajuste, en una escala menor, se había iniciado con la “sintonía fina” de Axel Kicillof. Los arreglos con el Club de París, el Ciadi y Repsol tenían la función de reabrir los “mercados” de deuda. Con la devaluación de 2014 se produjo una caída del salario real similar a la de 2016.

Cambiemos vino a pisar el acelerador. Y la clase capitalista le exige que lo haga.

Desequilibrios

“Las políticas fiscales y monetarias están descoordinadas” sentenció Guillermo Nielsen, un economista del Frente Renovador con muy pocos votos en las elecciones, pero experiencia en tareas sucias: manejó las finanzas públicas durante el ajuste de Eduardo Duhalde en 2002 y siguió hasta 2005 con el kirchnerismo.

Lo que dice Nielsen es cierto. Las políticas fiscales y monetarias están descoordinadas. No sólo porque el déficit fiscal se agudiza, entre otras cosas por la situación recesiva de la economía que comprime la base de recaudación, sino también porque la política monetaria contractiva, típicamente, para la ortodoxia debe ir acompañada por una búsqueda de equilibrio fiscal.

Es decir, por mayor ajuste en el gasto público, algo que no sólo reclama Nielsen, sino todo el establishment financiero. El Gobierno tiene la voluntad de hacerlo. Cuenta a su favor con la banca internacional que le permite ganar tiempo a través de la escalada de la deuda externa, pero aún carece del capital político.

Cuando se pasó de la relación de fuerzas existente en la sociedad (lo mismo que en otro plano ocurrió con el 2x1 a los genocidas), las movilizaciones callejeras lo ubicaron en su lugar: algo de eso pasó con las idas y vueltas con los tarifazos. El año pasado fue la Corte Suprema la que acudió, al revés que con el 2x1, en salvataje del Poder Ejecutivo suspendiendo momentáneamente los aumentos para permitirle “recalcular”.

La política monetaria tiene otros problemas. Además de encarecer el crédito, está dejando una bomba de tiempo activada por el Banco Central a través de la emisión de Lebac con las cuales se busca reducir la circulación monetaria. Los ganadores son los que especulan con la “bicicleta financiera”. El martes próximo vence alrededor de la mitad de esas letras. Habrá que ver cómo reaccionan los “mercados”: tal vez Sturzenegger decida mantener las tasas o subirlas en alguna proporción para sobreactuar frente al rebrote inflacionario de abril, pero ya muchos analistas consideran que el nivel actual es demasiado alto.

Ese “equilibrio” monetario no sólo genera una bola de nieve con las Lebac. La “bicicleta financiera” tracciona dólares especulativos hacia nuestro país. La tendencia a la baja del dólar fortalece el argumento de los que dicen que se está perdiendo competitividad y piden una devaluación. En ese sentido, aunque elípticamente, se orientaron las declaraciones de la Mesa de Enlace agraria que visitó a funcionarios en la Jefatura de Gabinete.

Pero, en las actuales condiciones, una suba abrupta del dólar conduciría al descalabro económico y crisis de deuda. Es decir, el “equilibrio” monetario es un valor apreciado por los acreedores externos.

No todas son malas noticias para el Gobierno. Aunque la “mano invisible” del sector privado sigue adormecida, la construcción finalmente parece haber arrancado con el empuje de la obra pública: en el acumulado hasta marzo crecieron 122 % las transferencias de capital en la ejecución presupuestaria.

De todos modos, la construcción, por ahora, circula a muy baja velocidad: según el Índice Construya de las empresas líderes del sector, en el acumulado hasta abril el avance es de 0,9 % luego de una caída de 15,1 % en 2016. Otro “motor” son los agronegocios. Estos sí van a más velocidad: el de las camionetas 4x4.

Por ahora no alcanzan esas buenas noticias para derramar optimismo sobre el resto de las actividades económicas que, aún sin catástrofe, siguen en estado recesivo o estancado. Al mal tiempo, buena cara, parece haber reflexionado el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien en la Cumbre Financiera Argentina afirmó que “en el segundo trimestre vamos a tener un crecimiento importante". A rezar.

Vía la obra pública con fines electorales tal vez el oficialismo logre ponerle un límite a la caída. Pero de ahí a una reactivación de conjunto todavía hay un largo trecho.

Que la economía navegue en las aguas turbulentas de la inflación, la recesión autogenerada y de un final del túnel que siempre se anuncia pero nunca se alcanza, no significa que la política de Cambiemos no tenga un elemento de coherencia: atacar las condiciones de vida del pueblo trabajador. Hacia ese lado apunta la brújula de Cambiemos. (LID)

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