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Lo que deja el plan del FMI: 268.000 empleos destruidos en un año y peores salarios

En marzo el hundimiento de la actividad económica volvió a tomar envión, y lo mismo ocurrió con la destrucción de empleos registrados. De acuerdo a lo informado este jueves por el Ministerio de Producción y Trabajo, en marzo se perdieron un total de 268.300 puestos de trabajo respecto a igual mes de 2018 -sumado el sector privado y la administración pública-, lo que representó una caída de 2,2 % interanual. Solo en el sector privado hubo 207.700 trabajadores menos que en marzo de 2018, con un retroceso de 2,4 %. Estos datos surgen del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).

31 de mayo de 2019| Esteban Mercatante |

En abril el panorama es aún peor, ya que de acuerdo a la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que difundió este jueves la cartera de la que es titular Dante Sica, el empleo registrado privado cayó 2,6 % respecto del cuarto mes de 2018, con bajas en todos los estratos de tamaño de empresas y casi en la totalidad de los rubros analizados. El informe -que refleja el comportamiento del empleo registrado en empresas de 10 empleados o más en los principales aglomerados urbanos- precisó que la cantidad de trabajadores retrocedió en abril 1,7 % en el interior del país, mientras que en el Gran Buenos marcó una merma de 2,9 %.

"Pasaron cosas"... y siguen pasando
Los motivos del desplome del empleo no son ningún secreto. Hace un año comenzaba la estampida de los inversores que huían de los activos argentinos, empezando por las Letras del Banco Central (Lebac) y siguiendo por los bonos y acciones, al tiempo que empezaba una corrida contra el peso que llevó a un aumento de la cotización de 100 % en pocos meses. Entre marzo y octubre el Banco Central (BCRA) perdió USD 27 mil millones tratando de controlar el tipo de cambio, y las tasas de interés pasaron de 27 % en marzo a 74 % en octubre.

Con el salto del dólar se aceleró la inflación, que al día de hoy (abril) continua en 55,8 % interanual, con lo cual se desplomó el consumo. Con las tasas de interés por las nubes y la inestabilidad cambiaria, también se congeló la inversión.

A estos impactos recesivos se sumó el Acuerdo Stand-By suscrito entre el gobierno de Macri y el FMI a cambio de "asistencia financiera", es decir dólares frescos para que el país pueda seguir transfiriendo a los acreedores. A cambio de este préstamo, el Gobierno presentó un plan de brusco recorte fiscal: el compromiso fue pasar de un déficit fiscal primario de 3,9 % del PBI en 2017 al anunciado "déficit cero" este año, objetivo que cada vez menos analistas prevén que pueda cumplirse.

Como dijo crudamente el funcionario designado por el FMI para auditar a la Argentina, Roberto Cardarelli, "nos pidieron un programa de estabilización, no de crecimiento". No estaría teniendo éxito en estabilizar, pero sí en contribuir a que la economía continúe bien lejos del crecimiento.

El ajuste fiscal incluyó recortes en todas las partidas, con el objetivo de asegurar que el Estado tenga recursos disponibles para la única meta que importa al FMI: pagar a los acreedores. Salud, educación, obras de infraestructura, todo cae para cumplir con las metas de déficit. Para darnos una idea, en 2018 el Gobierno gastó en viviendas el equivalente a la edificación de 14 mil unidades de 2 dormitorios. El año anterior había gastado para construir el doble: 28 mil. Este año se presupuesto poco más de la mitad: es decir apenas lo suficiente para construir 8 mil viviendas.

La rebaja de gastos golpea de lleno en la prestación de servicios esenciales, e impacta en la actividad económica: en 2017 el modesto repunte de la actividad económica se debió en buena medida a la obra pública, que cayó un 50 % al año siguiente, y tiene una reducción equivalente este año.

Con la colaboración de la burocracia de UPCN, los salarios estatales son otra variable de ajuste. Cayeron todos los años de la administración de Cambiemos. Este año, con un acuerdo de 28 % en cómodas cuotas (¡cinco!), perderán nuevamente por goleada contra la inflación. También cayeron las jubilaciones y la AUH, gracias a la reforma en la movilidad votada en diciembre de 2017. Esta depresión del poder adquisitivo, equivalente a la registrada en el sector privado, se traduce en menos consumo. El frío polar de la actividad económica lo amplifica la austeridad fiscal.

Con el regreso de la inestabilidad cambiaria a finales de febrero de este año, y el retorno de las tasas de interés a niveles de 70 % definidos por el BCRA para controlar al dólar, la actividad económica volvió a mostrar que no alcanza piso. Lo mismo vale para la destrucción del empleo.

Hachazo a los salarios
Las malas noticias suelen venir acompañadas. Este jueves el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos informó que el Índice de Salarios aumentó 4 % en marzo y acumuló un incremento de 37,2 % en los últimos 12 meses. En el tercer mes del año, los precios marcaron un aumento de 4,7 % y un acumulado de 54,7 % en 12 meses. La cuenta da pérdida drástica para los salarios, de 11 % respecto de un año atrás. El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, había asegurado a comienzos de este año que en diciembre los salarios dejaban de perder contra la inflación. Los datos no paran de desementirlo.

El deterioro del salario no es un "daño colateral" del programa del FMI, sino una de sus piezas centrales. Juega un rol fundamental para el objetivo de equilibrar las cuentas externas (que el país pierda menos dólares en todo lo que no sea pagar deuda) que persigue el FMI. Como señalan Ramiro Albrieu y Guillermo Rozenwurcel en un reciente artículo, “el grueso del ajuste del gasto doméstico tendrá lugar a través del consumo interno, por la simple razón de que este representa más de dos tercios de la demanda agregada”. Agregan que “durante un período más o menos prolongado la caída del consumo agregado será no solo relativa sino absoluta”. Concluyen que para esto se requiere “que los salarios nominales y otros ingresos fijos (en particular jubilaciones) crezcan por debajo del ritmo de inflación, de modo que su valor real se reduzca y limite el consumo de esos sectores”.

Salir del Fondo
Toda la acumulación de datos abrumadores sobre el panorama de la economía que conocemos diariamente, son el resultado de un ajuste del que estamos viendo apenas las primeras etapas. Es un programa destinado a cumplir con los usureros de la deuda a costa del hambre y la sed de los argentinos, como en los tiempos de Nicolás Avellaneda, que hizo la misma promesa en 1875. Con el descontrol en todas las variables macroeconómicas que no para de profundizarse y una deuda pública verdaderamente impagable, no pueden ni siquiera asegurar esos objetivos. Pero lo que está fuera de duda es que, si no derrotamos este programa de Macri y el FMI, sostenido con el apoyo de los gobernadores y con certificado de continuidad otorgado también por los economistas de Alberto Fernández, los padecimientos para los trabajadores y los sectores populares no tienen fin a la vista. (LID)

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