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Los congeladores pesqueros depredan, reducen el empleo y los ingresos de la Nación.

Pescados, langostinos y calamares debe industrializarse en tierra, poco importa el tipo de buque y el proceso de conservación que se realice a bordo. La discusión de extraer el recurso pesquero con buques congeladores o fresqueros tiene vieja data; y lamentablemente, van perdiendo las empresas que operan con buques fresqueros, las industrias en tierra; los trabajadores, la industria naval nacional y la sustentabilidad del recurso.

25 de septiembre de 2014| César Augusto Lerena |

Hacia 1976 la flota no costera, estaba compuesta por 113 buques fresqueros y 10 buques procesadores congeladores; es decir la relación era del 92% y 8% respectivamente. Este porcentual se revierte en forma notable a favor de los buques congeladores hasta nuestros días. En el 2013 los desembarques de los buques fresqueros (que procesan en tierra) fueron de 226.511 toneladas (33%) y el de los buques congeladores (que envasan a bordo) de 442.288 toneladas (67%). Paralelamente, en perjuicio de la industria naval argentina se inicia desde 1976, una fuerte importación de buques fresqueros y congeladores en su mayoría usados, proceso que se incrementa en la década del 90 y continúa hasta nuestros días. Ni un solo potero se construyó en el país.

A la Argentina se le impone un modelo pesquero que no tiene en cuenta que nuestro país dispone de un amplio litoral marítimo y el recurso está muy cerca. La incorporación de buques congeladores respondió a la estrategia de los países poseedores de flotas de larga distancia, que vendieron los buques parados en sus puertos o formaron Joint-Venture con las empresas de países ribereños como el nuestro. Un excelente negocio para los españoles, a los que se les canceló las deudas bancarias por los buques usados que traían a américa, se asociaban con empresarios nacionales a costo cero y, teniendo los mercados, se hacían de los recursos pesqueros argentinos. Todo, bajo pretexto de la modernidad y la reanudación de relaciones con Europa después de la guerra de Malvinas. Los Reglamentos de la Comunidad, de España, la Ley 24.315 Argentina y nuestros funcionarios lo hicieron posible. La Ley de Pesca; el “extravío” de la Auditorías de la UBA sobre los permisos de pesca (hoy en revisión en el Senado) y la continuidad de las políticas hasta nuestros días, mantuvieron vigente 40 años de apropiación y depredación del recurso, y las recurrentes crisis económico-social de esta actividad.

Nadie supone que la flota congeladora pueda reconvertirse de la noche a la mañana, pero el proceso debe empezar. Renovando los buques obsoletos; mejorando sus condiciones de habitabilidad; modernizando los fresqueros (por sistemas RSW o afines) y procesando todas las capturas en tierra, cualquiera sea el tipo de buque utilizado; salvo aquellas capturas que se efectúen en el área adyacente a la Zona Económica Exclusiva, para lo cual se deben establecer condiciones a los buques argentinos que compitan en forma subsidiada contra los buques extranjeros que se llevan año tras año un millón de toneladas de especies migratorias o asociadas argentinas. El Estado está ausente en materia de construcción naval desde hace 25 años y debe proveer créditos de fomento para competir contra los costos subsidiados de la importación de los buques extranjeros usados.

La Subsecretaría de Pesca refiere que los desembarcos de 2013 ascendieron a 822.484 toneladas. Una cifra absolutamente inconsistente; que no se contrasta con las exportaciones y el stock, y en la que no se distingue si se trata de especies enteras; sin cabeza-vísceras (H&G); filetes, etc. Para iniciar una administración sustentable del recurso debe establecerse el tipo de proceso sufrido a las descargas; las capturas y desembarques ciertos; los descartes de especies y residuos en el mar; el stock en las cámaras; los valores ciertos de exportación, etc.

La expansión de la actividad pesquera se inicia en 1960 y en 1963 la fresquera supera a la costera. Esta flota fue financiada por el BANADE. En 1961-1969 se incorporan 18 buques fresqueros importados y se construyeron 42 con esloras entre 19 y 27 metros. El 70% de las sumas otorgadas se destinó a la construcción de buques de altura. 1970-1975.

Se importaron (Decreto 440/71) 74 fresqueros nuevos y usados, 6 procesadores congeladores y 11 de construyeron en Astilleros nacionales. Hasta 1975 la flota se componía de fresqueros de altura y esporádicamente algunos congeladores. 1976-1981. Se construyeron 10 fresqueros en Astilleros Nacionales (Decreto 2729/77) y se incorporó 43 procesadores-congeladores y 16 fresqueros. Finalizó este ciclo con una flota envejecida. 1982-1988. Se incorporaron 78 buques, 42 construidos en el país, 4 de ellos procesadores, y 37 importados (32 procesadores-congeladores y 5 fresqueros). 40% de la flota estaba inactiva o poco activa. 1989-1998. El ingreso de buques extranjeros estuvo facilitado por los Reglamentos de la Comunidad (4028/86 y 3944/90) y la Orden del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España del 26/7/91 que impulsaron los sociedades mixtas en la Argentina y en la Argentina por las Resoluciones de la SAGyP 245/91 y 182/92 y la Ley 24.315 que aprobó los Acuerdos con la U.E. y posibilitó la constitución de las sociedades mixtas o asociaciones temporales de empresas. Entre 1989 y 1998 el aumento de la flota industrial fue del 80%; del registro bruto del 96%, de m3 de bodega del 130% y de potencia del motor principal del 112,5%. En 1989 había un 42,7% de fresqueros; un 43,6% de procesadores-congeladores de arrastre y otro tipo de congeladores el 13,8%. Para 1998 había un 18,2% de fresqueros; un 34,2 congeladores de arrastre y un 47,6% de otros congeladores (tangoneros, poteros, surimeros, palangreros y vieira). (La evolución de la flota pesquera, de Bertolotti y otros) , la flota no costera, estaba compuesta por 113 buques fresqueros y 10 buques procesadores.

Los buques procesadores-congeladores de pescados son depredadores. En promedio, el buque congelador puede producir mecánicamente unas mil toneladas de filetes de pescados congelados listos para exportar. Utiliza una tripulación promedio en su planta procesadora de unos 40 trabajadores y realiza al año unas 6 mareas. Para elaborar esas mil toneladas, el buque debió capturar 2.700 toneladas de pescado; es decir, que al año habrá tirado al mar unas 10.200 toneladas de residuos. Si llevamos estos números sólo a los 36 buques congeladores arrastreros de la flota argentina, y si éstos produjesen filetes, se habrán tirado al mar por año, un total de unas 367.200 toneladas de residuos de pescados. Si nos retrotraemos a treinta años atrás, cuando en 1994 se firmó la ley 24.315, se habrán tiraron al mar más de 11 millones de toneladas de residuos.

Imaginemos la contaminación marina; ahora, analicemos los números. Según la FAO, con 1 tonelada de residuos de pescado salvaje se obtiene 225 kg harina y 50 kg de aceite. El procesamiento a bordo y el descarte al mar de las 10.200 toneladas de residuos citados nos impide usarlos para la fabricación de 2.295 toneladas/año de harina y 510 toneladas/año de aceite de pescado; por lo cual, a un valor de U$S 1.500 la tonelada de harina, significa una pérdida de U$S 3.442.500 más el valor de U$S 2.300 la tonelada de aceite, provoca una pérdida de U$S 1.173.000; es decir, con el procesamiento a bordo; se pierde anualmente U$S 4.615.500; lo que multiplicado por los 36 buques congeladores-procesadores arrastreros significa una pérdida total anual de U$S 166.158.000.-

Ponderaremos luego el valor de los descartes al mar de las llamadas “especies no comerciales” de toda la flota, que en un cálculo optimista estimaremos en unas 100.000 toneladas anuales; las que transformadas en harina y aceites, se obtendrían unos U$S 49.000.000 por año; esta suma junto a la que resulta de los residuos tirados al mar nos da una pérdida anual total de U$S 215.158.000; y en treinta años unos 6.500 millones de dólares.

Suma con la que se hubiese renovado y modernizado toda la flota nacional, etc. No quisimos pecar de optimistas; pero, podríamos agregar que se requieren unas 4,9 toneladas de residuos de pescado salvaje para obtener la harina y el aceite necesario para producir 1 tonelada de salmón. Es decir que 11 millones de toneladas de residuos tirados al mar, hubieran producido 2.244.898 toneladas de salmón con un valor de U$S 26.165.475.000, producidos aquí o en otro territorio, a la usanza de la política China o Española.

No se pueden tirar millones de toneladas de proteína al mar, mientras mueren 8 niños por día por enfermedades de la desnutrición; unos 5 millones de niños y adolescentes son pobres y hay unas 800 mil personas indigentes.

Otra cuestión grave es la pérdida de mano de obra por no industrializar en tierra. ¿Por qué exportándose en el 2013 un 13% más que en el 2012, en las plantas de Mar del Plata falta pescado y hay 3.200 desocupados cobrando un subsidio en la Municipalidad? Porque el modelo de congelar a bordo no genera valor. Para entender esto tomaremos el mismo ejemplo de una captura de 2.700 toneladas de pescado para procesar 1.000 toneladas de filet por buque y por marea; es decir, una captura de 16.200.000 Kg de pescado entero por año. Cada cajón contiene 34 Kg de merluza; es decir que para envasar 16.200.000 kg se requieren unos 476.471 cajones. Un operario filetea unos 9 cajones de promedio. Si trabajara 24 días al mes filetearía unos 2.592 cajones al año y unos 184 fileteros harían los 476.471 cajones. Le sumamos a ello unos 80 operarios más, entre envasadoras, frigoristas y peones; es decir, un total de 264 trabajadores, en lugar de los 40 que realizan tareas en la planta procesadora de un buque congelador. A ello se suman las 25 personas que trabajan en cada fábrica de harinas.

Nos queda claro que seguir operando con buques congeladores produce desocupación; el empleo se transfiere a los importadores; no se renueva la flota y se desatiende a la industria naval nacional; y fundamentalmente, se produce una contaminación marina y una captura depredatoria, generalizada, sistemática y grave contra los recursos pesqueros, atentando contra un derecho de tercera generación, cuya acción producida durante treinta años consecutivos y en conocimiento de los actores, podría configurarse en un delito de lesa humanidad.

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