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Los “mercados” celebran la moderación política a ambos lados de la grieta

Hace menos de 20 días, el riesgo país −es decir la sobretasa que afronta la deuda de los países “emergentes” por encima de la que pagan los bonos del Tesoro de los EE. UU.− superaba los 1.000 puntos. O sea que para emitir deuda, la Argentina habría pagado 13 % anual o más de tasa si hubiera tenido la posibilidad de hacerlo, algo que no existe porque los mercados financieros están cerrados desde comienzos de 2018 para el país. Por eso el único prestamista es el FMI.

21 de junio de 2019| Esteban Mercatante |

El jueves último, esta prima de riesgo había descendido a 826 puntos, un formidable desplome de casi 200 puntos básicos. En paralelo, subió el valor de los bonos (cuya cotización se mueve en sentido inverso a la tasa que paga el país) y las acciones de empresas argentinas que cotizan en Nueva York. En apenas un día de la semana pasada el valor de las empresas argentinas en Wall Street subió nada menos que USD 5.000 millones.

El gobierno de Macri festeja, a pesar de que el riesgo país sigue superando el nivel que tenía en diciembre de 2018, que fue el máximo de todo un año turbulento, lo cual muestra los límites del alivio actual. Esto muestra que los acreedores siguen desconfiando de la viabilidad del plan de Macri y el FMI, a pesar de que este tiene como prioridad absoluta pagar la deuda. Pero aunque siga alto, el gobierno festeja que esté cerca de 800 puntos porque esto, sumado a la calma que muestra el dólar desde que el FMI autorizó al BCRA a intervenir sin límites para defender la cotización, son las únicas herramientas con las que cuenta el oficialismo para atravesar con cierta estabilidad el cronograma electoral. A pesar de que de acá a las elecciones podrían fugarse del país USD 15.000 millones de dólares, el equipo económico confía capear ese drenaje sin turbulencias. Pero el precio será carísimo: los dólares que financiarán la fuga de capitales de este año, son los necesarios para pagar deuda en 2020. Por eso el riesgo país difícilmente baje de 800 puntos, las cuentas no cierran a pesar del ajuste en marcha y de la plata aportada por el FMI.

La polarización entre moderados

Fue el martes de la semana pasada, cuando se anunció la fórmula Macri-Pichetto para intentar la reelección de Macri, que empezó este descenso más reciente del riesgo país: en esa jornada descendió 77 puntos (8 %). Pero un mes atrás, cuando se dio a conocer la fórmula Fernández-Fernández, con el importante detalle de la que hasta entonces era segura candidata a encabezarla se bajaba a la vicepresidencia, la deuda soberana atravesó un rally casi igual (de 943 puntos que cerró el 17 de mayo a 885 puntos el martes 21).

Los “mercados” celebran no solo el presunto aporte a la gobernabilidad y volumen político que Pichetto le aportaría a Macri, favoreciendo no tanto sus chances de ganar como las de gobernar. Y al mismo tiempo festejan la moderación que se observa del otro lado de la polarización. Si bien Macri afronta con la unidad de casi todo el peronismo un riesgo cierto de perder la contienda electoral, el regreso de CFK como vice de Alberto Fernández, y con Massa como seguro titular del Congreso, configuran un escenario más que amigable para los intereses del empresariado. “Cada vez entiendo menos a los capitalistas”, afirmó la ex presidenta la semana pasada, como si durante su gobierno no hubiera sabido ocuparse de que juntaran dinero “con pala”, como afirmó en sus discursos en más de una ocasión. Pero el Frente por Todos está poblado en sus puestos más relevantes por figuras que los comprenden muy bien y están dispuestos a satisfacerlos.

Los economistas de Fernández, hace meses vienen asegurando que de ganar, harán todos los esfuerzos para cumplir los pagos de la deuda, y que lo peor que podría ocurrirle al país sería otro default como el de 2001. Sabemos que lo que llevó al hundimiento económico y al 60 % de pobreza fueron los esfuerzos para pagar al precio del “hambre y la sed” de los Argentinos.

En los últimos días se dio a conocer la plataforma del Frente por Todos. Entre algunos puntos que merecen ser destacados, está allí el señalamiento de que “es necesario generar un régimen especial de inversiones en la actividad del petróleo y gas, particularmente en la reserva no convencional de Vaca Muerta”. Lo mismo que enunció hace unos días en Neuquén, con casi las mismas palabras, Guillermo Nielsen, uno de los aspirantes a ministro de Economía de Fernández. Empresas como Chevron atesoran en el recuerdo el ventajoso convenio, con garantía de litigio en las cortes extranjeras incluido, que firmó YPF en 2014 con la entusiasta aprobación de Axel Kicillof. El mensaje es que, como ya ocurrió entre 2003 y 2015 en cuestiones como la megaminería y también en los hidrocarburos no convencionales, serán privilegiados los beneficios de las multinacionales como viene haciendo Macri. Nada dice la plataforma del Frente por Todos sobre la modificación de los convenios laborales de los trabajadore petroleros de Vaca Muerta, que fue una primera avanzada de una nueva ronda de flexibilización laboral que Macri ya anticipó que quiere reiniciar con todo si gana.

Otra ausencia destacada en la plataforma de la fórmula Fernández-Fernández es cualquier intención de revertir los tarifazos de Macri. Ni siquiera retoman el proyecto impulsado por sectores del peronismo durante el año pasado para retrotraer las tarifas a los niveles que tenían en diciembre de 2017.

Alberto Fernández dijo el miércoles que estaba “inaugurando la rama del liberalismo progresista peronista”. La palabra que importa allí no es progresismo, sino liberalismo.

Para los bonistas, la apuesta número 1 continúa siendo Macri. Pero festejan esta polarización que se coloca en el “extremo centro” del espectro político. Por eso el tiene lugar el “rally” de los bonos y acciones.

El festival financiero no es solo argentino

Pero la mejora del frente financiero responde a motivos globales. Las señales de la Reserva Federal de EE. UU., que el miércoles decidió mantener sin cambios la tasa y envió señales de que en el futuro próximo podría bajarlas, sigue alimentando la euforia en las bolsas del mundo. Los bonos del tesoro pagan una tasa un punto porcentual menor que un año atrás, cuando la Argentina estaba en lo peor de la tormenta financiera.

Donald Trump aportó lo suyo a este panorama, continuando con las señales de distensión de las últimas semanas en la guerra comercial con China. Prevalecen en lo inmediato los mensajes de que en la próxima reunión del G-20 se asentará la tregua.

Pero se trata de una situación extremadamente precaria y provisional. Hace 20 días el mundo se movía en sentido contrario, alimentado entonces por los mensajes incendiarios de Trump. La algarabía con los títulos argentinos está en extremo determinada por lo que ocurra en una situación global atravesada en varios frentes por señales adversas.

La engañosa idea de que la crisis tocó fondo

Tanto el oficialismo como la oposición de Fernández-Fernández, buscan alimentar la idea de que lo peor de la crisis está en el pasado. Para Macri, esto significaría que la “tormenta” quedó atrás y ahora, si continúa “igual pero más rápido” con el ajuste fiscal y las reformas que piden los grandes empresarios vendrá la “lluvia de inversiones” que nunca llegó. Para la oposición peronista, lo peor ya pasó porque se acerca el final del gobierno de Macri, y con él, prometen, el final del ajuste. Aunque los economistas de Fernández vienen enviando en sus declaraciones un mensaje unánime de moderar las expectativas, alimentan la idea de que, si no pueden prometer nada como el “nunca menos”, sí será posible dejar de continuar empeorando.

La reciente calma financiera, aunque podía ser efímera, es un elemento de estabilidad que alimenta la perspectiva que sostiene el gobierno de que podrá bajar la inflación y así otorga crédito a estas perspectivas. Pero esta convive con un desplome de la actividad económica que no encuentra piso. Cada dato de los que se conocen hasta ahora muestra que resulta prematura esta aseveración. El desempleo superó el 10 % en el primer trimestre, mientras que la actividad tuvo un descenso interanual de 5,8 % en el mismo período. El PBI no solo cayó respecto del primer trimestre de 2018, también descendió 0,2 % respecto del nivel que tenía a fin del año pasado. Hay datos, como la recaudación impositiva de mayo, que muestran que no hay razones para esperar que la situación sea sustancialmente distinta al cabo del segundo trimestre. El ajuste en marcha en materia fiscal, el consumo retraído por la pérdida de poder adquisitivo acumulada en el último año por los salarios, las tasas de interés por las nubes que presionan sobre los costos financieros de las firmas, confluyen para seguir empujando hacia el hundimiento.

La administración de Macri ha volcado recursos (subsidios a la compra de autos, ampliación del Ahora 12, créditos Anses, etc.) para reforzar el consumo en estos meses. Junto con las paritarias, aspiran a que eso permita llegar con un mejor clima en la actividad económica hacia las elecciones para reforzar sus chances. Pero la estabilidad lograda en estos meses es a costa de un dólar planchado, lo que preanuncia una nueva devaluación fuerte a fin de año, con su correlato de golpe a los salarios e inflación, y de dilapidar dólares para beneficiar la fuga de capitales, recreando en un futuro próximo los mismos problemas de insolvencia que condujeron a la crisis.

¿Terminar con la ajuste?

El Frente por Todos plantea que de imponerse en las elecciones podrá aplicar una política que favorezca el crecimiento basada en el mercado interno. No explican cómo podrán hacerlo bajo las estrictas condiciones que impone el acuerdo con el FMI y las exigencias que impone pagar la deuda, en un contexto en el que está bloqueado el acceso a los mercados.

Honrar las deudas y seguir cumpliendo con el FMI, aunque se prometa “renegociar”, son antagónicos a un programa de crecimiento y de “redistribución” del ingreso como prometen los Fernández. Por el contrario, y como ya reconoció uno de sus referentes económicos, Emmanuel Álvarez Agis, lo que se viene, en el mejor de los casos, es mantener “congelada” la situación actual en materia de distribución del ingreso por un tiempo. Es decir que, de mínima, no habrá devolución de los 20 puntos de poder de compra del salario que se robó Macri en estos años.

Por si esto fuera poco, y en un recordatorio de lo que puede exigir el FMI, Álvarez Agis salió a elogiar la experiencia portuguesa, pero no por el supuesto “milagro” de crecer abandonando la austeridad, sino por su reforma previsional. Aumentar la edad para jubilarse y congelar los haberes en términos reales, cosa que el ex funcionario contrapuso con el recorte que están teniendo hoy con Macri como una mejoría. Lo cierto es que congelarlas en materia de poder adquisitivo sería dejarlas bien lejos del 82 % del salario medio, y ni que hablar de la canasta básica. En tiempos de gobierno del FMI, que no termina en diciembre, estas son algunas de las reformas para las que abre la puerta también la oposición que dice que se proponer poner fin al ajuste.

El esquema de ajuste fiscal comprometido por Macri podría tener revisiones de imponerse la oposición. Pero será difícil que el FMI acepte abandonar las exigentes metas fiscales, que prevén alcanzar un superávit primario de 0,5 % en 2020 y de 1 % en 2021. Si de descarta de plano la primacía de las demandas de los acreedores, sólo podrá negociarse la “letra chica”, trocando algunos recortes fiscales por mayores subas de impuestos, pero no el sentido general que impone un ajuste sobre las cuentas públicas (y del conjunto de la economía) soportado ante todo por los trabajadores y el pueblo pobre. Para evitar esto, se impone pelear por un programa para invertir las prioridades, y que la clase trabajadora no pague nuevamente la crisis generada por los capitalistas. (LID)

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