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Macri y el kirchnerismo: la conjura de los necios contra Maquiavelo

La estrategia de polarización y el discurso combativo que estrenó el gobierno de Mauricio Macri, trajo consigo un relato complementario que siempre es infaltable en los que sufren debilidad política: las teorías de la conspiración permanente.

26 de abril de 2017| Fernando Rosso |

Es así que un helicóptero de cartón que alguno de los cientos de miles de personas que se movilizaron el 24 de Marzo llevó a la Plaza de Mayo se convirtió en la prueba irrefutable de una conjura en ciernes contra el Gobierno nacional. Lo complementaba el agite de algún exaltado conductor de TV opositor, las movilizaciones de los trabajadores de la educación y el paro general del 6A. El complot destituyente de los que no quieren el cambio estaba, según esta lectura, claro como el agua.

Si se tienen en cuenta todas las movilizaciones que recorrieron marzo, la conspiración sui generis tuvo un peculiar apoyo de masas.

Del otro lado, en Santa Cruz, un episodio más del largo conflicto de trabajadores estatales y municipales que cobran salarios en cuotas o reciben ofertas irrisorias en las paritarias se convirtió en un intento de asedio criminal y un presunto asalto contra cinco indefensas mujeres solas. El “aluvión zoológico” sureño era fogoneado por anónimos militantes oficialistas y rabiosamente empujado por un estratega disfrazado de movilero de la Corpo. Del eje del mal: Magnetto; al conspirador profesional: Malnatti; el enemigo revela el tamaño de su desesperanza.

También en la provincia austral, parece que los conspiradores se hicieron “populares”, porque después de la represión en la casa de la gobernadora, miles se movilizaron en Río Gallegos y en toda la provincia.

Pasaron más de 500 años desde que Nicolás Maquiavelo reveló los límites de las teorías conspirativas como respuesta a las crisis políticas. Pero el político tradicional (y más aún el burgués asustado) es el único animal que tropieza 500 años con la misma crisis y repite idéntica respuesta. Cinco siglos igual.

Desde la cárcel San Casciano, Maquiavelo explicaba didácticamente a los Médici: “Para reducir la cuestión a pocos términos, digo que del lado del conspirador no hay más que miedo, celos y sospecha de una pena que le atemoriza; mientras que del lado del príncipe hay, para protegerle, la majestad de su soberanía, las leyes, la defensa de los amigos y del Estado; de modo que si a todos estos preservativos se añade la benevolencia del pueblo, es imposible que ninguno sea bastante temerario para conspirar. Si todo conspirador, antes de la ejecución de su trama, está poseído comúnmente del temor de salir mal, lo está mucho más en este caso: porque debe temer también, aun cuando él triunfara, el tener por enemigo al pueblo, porque no le quedaría refugio ninguno entonces”.

Finalmente, sintetizaba: “Concluyo de todo ello que un príncipe debe inquietarse poco de las conspiraciones cuando le tiene buena voluntad el pueblo; pero cuando éste le es contrario y le aborrece, tiene motivos de temer en cualquiera ocasión y por parte de cada individuo”.

El miedo concentrado en un helicóptero de cartulina o en un resucitado movilero, desnuda la inquietante desconfianza que tienen los gobiernos respectivos en torno a sus gobernados.

La culpa es el otro

Pero Maquiavelo tiene también un bonus track que grafica con más profundidad las contradicciones que atraviesan el régimen político en general y el macrismo en particular.

En su clásico tratado, el florentino aconsejaba que todo príncipe “nuevo” debía considerar muy bien el motivo que inclinó al pueblo a favorecerle: “Si ellos lo hicieron, no por un afecto natural a su persona, sino únicamente a causa de que no estaban contentos con el gobierno que tenían, no podrá conservarlos por amigos semejante príncipe más que con sumo trabajo y dificultades, porque es imposible que pueda contentarlos. Discurriendo sobre esto con arreglo a lo ejemplos antiguos y modernos, se verá que es más fácil ganar la amistad de los hombres que se contentaban con el anterior gobierno, aunque no gustaban de él, que de aquellos hombres que no estando contentos se volvieron, por este único motivo, amigos del nuevo príncipe, y ayudaron a apoderarse del Estado”.

Esta sentencia manifiesta un problema para quienes estaban antes y para los que gobiernan en el presente.

Pero en el caso del macrismo, su orientación política general se va reduciendo a ese “único motivo” de imposible hegemonía, según Maquiavelo. Entre otras cosas porque no quiso o, mejor dicho, no pudo aplicar otro de los más sabios y conocidos consejos: “El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco”.

El mal ya lleva unos vertiginosos y largos 17 meses con pésimas noticias administradas en cómodas cuotas. La última fue la (re) caída de la economía en febrero desmoronando el mito de la recuperación.

Y el bien, por ahora, no aparece. Será porque hay un consejo que se le atribuye a Maquiavelo y que el macrismo parece que sí está cumpliendo en parte: “Creo que el verdadero modo de conocer el camino al paraíso es conocer el que lleva al infierno para poder evitarlo”.

La primera parte se está llevando adelante a rajatabla. La segunda, te la debo.

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