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Monseñor Cargnello pidió por trabajo y cuestionó la dádiva política que humilla al ser humano.

El duro y firme mensaje fue en el marco de la Procesión del Señor y Virgen del Milagro donde el arzobispo de Salta, Mario Cargnello, se refirió a la falta de trabajo y de justicia.

La Agencia de Noticias Copenoa emite el mensaje de Monseñor Mario Cargnello.

" ¡Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos!

Unidos en el Espíritu y animados por Él estamos aquí. ¡Míranos, Señor del Milagro!.

Junto a tu Madre Bendita, María del Milagro, y en la profundidad de nuestras conciencias, purificadas por el caminar peregrino y por la Reconciliación celebrada, queremos encontrarnos contigo.

Desde la Eucaristía estamos ante Tí, frente a frente, corazón a corazón. Tú y yo, Tú y cada uno de nosotros. Tú y todos nosotros, tu Pueblo. Ese Pueblo del que no apartas tu amor, porque eres fiel, eres la Alianza, el Pacto irrevocable de parte del Padre.

Frente a Tí nos descubrimos tierra,

tierra seca por nuestros pecados, por nuestros rencores.

Tierra agrietada por la división en nuestras familias, por el enfrentamiento entre sectores, por la inequidad en nuestra sociedad, por la inseguridad en nuestros pueblos.

Tierra seca pero ávida, sedienta. Tierra sedienta de verdad, de amor y de vida.

Tierra que necesita el agua de tu Misericordia y la semilla de un tiempo nuevo.Tierra que te mira y te suplica: ¡Siembra, Señor, siembra!.

Siembra en el corazón de tu pueblo, de todos y cada uno de nosotros, semillas de ese tiempo nuevo.

Necesitamos un fuerte espíritu de amistad social que transforme los vínculos entre los argentinos y nos permita ser Nación.

Buscamos un nuevo espíritu marcado por la laboriosidad.

Queremos empeñarnos en ser ciudadanos de un mundo que debe ser cultivado a medida de la persona humana.

Necesitamos recuperar la amistad social. Sólo la amistad social reúne a los hombres de acuerdo a su condición de personas e hijos de Dios dando vida a la cultura del encuentro. No es suficiente la distribución de bienes, es preciso comunicar lo mejor de cada uno de nosotros a los demás y que esta comunicación sea recíproca. Entonces circulará la amistad social que devolverá salud al tejido de nuestras comunidades.

Para nosotros, cristianos, que profesamos nuestra fe en Dios, Padre todopoderoso, la exigencia de la amistad se eleva a un compromiso de fraternidad social. Ciudadanos de este mundo, no podemos mirar al otro sino como hermano, como así lo mira el Padre.

La amistad social se sustenta en el cultivo de la justicia. Y la justicia necesita del respeto de todos a la ley. La vigencia de la ley es garantía de justicia para todos, sobre todo para los más débiles, para los pobres. Necesitamos recuperar la conciencia del valor de la ley como marco que humaniza los vínculos y vencer el imperio de una "ley de la selva" que eleva al astuto, premia al prepotente, pondera al depredador (sean éstos personas o grupos). Hemos de respetar la ley que mira al bien común, integra al débil, eleva al pobre y favorece la equidad.

¡Cuánto compromete esto al gobernante, al legislador, al ciudadano!. Porque, ¡cuánto daño se hace al proponer o aprobar leyes sólo porque son políticamente correctas sin importar el bien común, no sólo de las generaciones presentes sino también pensando en el bien de los hijos y nietos! ¡Cómo se deteriora una sociedad en la que predomina la viveza astuta por encima de la honestidad constructiva!. Nuestra es, queridos hermanos, la responsabilidad de ser sal y luz en el quehacer diario para rehacer el tejido social de nuestra comunidad.

Se trata de un compromiso que brota de nuestra fe en Cristo, que amó a su patria hasta derramar lágrimas sobre Jerusalén. Porque nuestra fe ilumina y transforma la vida ciudadana. Nuestra fe da vida a la preocupación por el desarrollo integral de todos los hermanos, en particular de los más pobres. Se trata de una cuestión de solidaridad; de una solidaridad que va más allá de algunos actos y crea "una nueva mentalidad que piensa en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos". Nuestro compromiso con los pobres no consiste exclusivamente en acciones o programas de promoción y asistencia, sino ante todo en una atención puesta en el otro considerándolo como uno conmigo... Cuando amamos de veras a los pobres, al estilo de Jesús, dice el Papa Francisco, lo estimamos como de alto valor. Por ello la opción por los pobres no es cuestión de ideología sino es cuestión de mirada, es cuestión de fe. Desde allí no podemos utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos.

Buscamos recrear el espíritu de laboriosidad basado en una fuerte conciencia de la dignidad del trabajo. Ayúdanos, Señor, a ser audaces en la creación de fuentes de trabajo, incluir en la sociedad supone cultivar la libertad y la dignidad de cada uno. Poder descubrirse cada día como alguien capaz de comer su propio pan "fruto de la tierra y del trabajo del hombre" y no de la dádiva que humilla, es un derecho humano y una responsabilidad de todos y cada uno. Concede a quien diste la vocación y los dones para emprender, la mirada y la audacia para generar trabajo, cuidando la dignidad del trabajador con el pago del justo salario. Que el que tiene trabajo lo cuida y lo dignifique con su superación, con su calidad, con su fraternidad, con su espíritu de superación. Que la sociedad reconozva y premie al que trabaja, no al que especula, engaña o roba. Esta, nuestra tierra bendita, reclama el trabajo. Junto al trabajo, la educación de una tarea que sostiene el presente y asegura el futuro. Nuestros niños y jóvenes tienen derecho a una educación de calidad. Que los mayores, familias, Estado, educadores, iglesias, todos, nos comprometamos para incluir educando.

Queremos crecer en una clara conciencia de ciudadanía con el mundo, con la historia, con Dios. Si en el origen constitucional de nuestra historia Argentina se mira a sí misma abierta a todos los hombres del mundo que quieran habitar en ella, Salta aparece como lugar del encuentro desde su origen como ciudad y como sede de una iglesia particular. El buen trato, la amabilidad, el respeto son herencias preciosas de nuestros mayores que han hecho de la Linda, la ciudad del encuentro y la cordialidad. La fe en el Señor, el Dios fiel que nos acompaña en su imagen del Milagro transforma cada día estos vínculos en semilla de fraternidad. Por ello, celebrar el Milagro es sabernos más hijos.

Esto no es un slogan turístico. Es un desafío y un ofrecimiento. Un desafío a crecer como familia y como pueblo; un ofrecimiento a descubrir, de cada al Señor de la vida, que somos hermanos.

Ustedes, hermanos peregrinos. Ustedes, hermanos devotos del Señor y de la Virgen. Los que están aquí y los que nos visitan a lo largo del año nos lo recuerdan y nos enriquecen. Gracias por venir, gracias por animarnos. Llévense del Señor todo el amor que Él les quiere dar, de la Virgen el tierno abrazo de la madre fiel e intercesora. Llévense, de cada cristiano de Salta, de cada salteño, el corazón que les dice: Hasta la próxima.

Gracias, queridos jóvenes, por su protagonismo en este Milagro. Servidores, peregrinos, rezando, trabajando, cantando, sirviendo han compartido la alegría. También gracias a Ustedes podemos decirle al Señor: Señor, nos vamos contentos. ¿Cómo no estarlo si contamos contigo?.

Desde la alegría profunda escuchamos a tu Madre: ¡Argentina, levántate y camina! corazón a corazón.

Desde la alegría profunda escuchamos a tu Madre: ¡Argentina, levántate y camina! corazón a corazón.

Nos ponemos en marcha.

Contentos, Señor, contentos".

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