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PRIMER AÑO DE CAMBIEMOS “Revolución de la alegría”: balance y perspectivas

Los números que deja el “mejor equipo de los últimos 50 años”. Los desequilibrios económicos y la incertidumbre por la asunción de Donald Trump.

10 de diciembre de 2016| Pablo Anino |

El 2 de diciembre del año pasado, en el Jardín Botánico, Mauricio Macri anunciaba su Gabinete. “Es el mejor equipo en los últimos 50 años”, afirmaba el presidente.

El nuevo Gobierno abrazó la ilusión que el “sinceramiento” de la economía traería una lluvia de inversiones luego de la etapa de crecimiento fácil, que suponía representó el kirchnerismo.

La devaluación, el levantamiento del “cepo” cambiario y la quita de las retenciones para la mayoría de las exportaciones agrarias (baja en el caso de la soja), industriales y mineras, fueron parte del llamado ordenamiento de la economía.

De este modo tuvo lugar una enorme transferencia de recursos al capital exportador y agrario. Entre otros, los principales ganadores son Cargill, Vicentin, Aceitera General Deheza, Bunge, Nidera, Volkswagen, LDC argentina, Toyota, Oleaginosa Moreno, Noble, Molinos Rio de la Plata, Asociación de Cooperativas Argentinas, Ford, YPF y Oroplata. Ellos encabezan el ranking de ventas externas del país.

LID estimó que los exportadores, entre enero y octubre de 2016, obtuvieron unos $ 292.854 millones de ingresos extras por el efecto de la devaluación y las modificaciones en las retenciones.

Sus ingresos por ventas externas se elevaron 58 % gracias a las medidas del Gobierno. La comparación con la evolución del salario obrero muestra las diferencias de clase en el tratamiento de Cambiemos: la retribución de los trabajadores registrados aumentará 35,5 % en promedio, aproximadamente, al finalizar el año. Claro, que los que están fuera de convenio o no registrados, ni siquiera alcanzarán ese porcentaje.

Para dar sólo un ejemplo: con la transferencia de recursos que tuvo lugar en favor de los exportadores se podría solucionar el problema de vivienda de unos 300.000 hogares a razón de $ 1 millón otorgados para construir o comprar casas a cada uno de ellos.

Otro de los grandes ganadores es el capital financiero internacional. La “vuelta al mundo” significó una escalada de endeudamiento público que estaría alcanzando U$S 70 mil millones (o $ 1,12 billones al tipo de cambo de $ 16 por dólar) por las emisiones de títulos en distintas monedas, lo cual significa un aumento de más del 30 % en menos de un año.

De este total, los fondos buitres se embolsaron alrededor de U$S 10 mil millones. Este monto es tres veces mayor a lo que recibe 3,9 millones de niños y adolescentes por la Asignación Universal por Hijo (AUH) durante un año. El endeudamiento también financió una fuga de capitales que se aproxima a los U$S 1 mil mensuales.

Para el año próximo el presupuesto establece desembolsos por $ 247.632 millones (casi U$S 14 mil millones al tipo de cambio de $ 18 por dólar promedio presupuestados) por pago de intereses de la deuda, que van principalmente a manos de los fondos buitres, el Club de París y otros especuladores.

Si no se pagarán los intereses de la deuda externa se podría multiplicar por cinco lo que reciben las familias por la AUH: cada niño o adolescente podría recibir $ 4.925 por mes (ahora perciben $1.103), además de cobrar un aguinaldo al año. A la vez, lo destinado a los intereses de la deuda pública es el equivalente a 25 veces lo destinado a la “emergencia social” en 2016 que será de sólo $ 10.000 millones.

Por su parte, los bancos llevan ganados $ 57.508 millones entre enero y septiembre. Las diez entidades privadas más importantes son Galicia, Hipotecario, Macro, Patagonia, Santander Río, BBVA Francés, Citibank, HSBC, ICBC y Credicoop.

Habría que agregar a este panorama el tarifazo en favor de las privatizadas y las empresas hidrocarburíferas y el perdón de $ 19.000 millones de deuda a las distribuidoras de electricidad (entre ellas Edenor y Edesur).

Se los mire por donde se los mire, los números grafican bien porque se dice que el de los CEO es un gobierno de ricos, para los ricos.

Malestar social

El Gobierno no logró imponer el “techo” del 25 % que pretendía para las paritarias. Aun así, el salario real perdió un 9,5 % en el primer semestre. Hacia fin de año, si bien se moderaría el resultado debido a la desaceleración inflacionaria y el ingreso de los últimos tramos de los acuerdos paritarios, la caída del poder de compra del salario rondaría, en el mejor de los casos, el 4 %.

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LID estimó que durante 2016 la pérdida de ingresos de asalariados, cuentapropistas y jubilados llegaría como mínimo a una masa de $ 145.265 millones a causa de la inflación (si todos cobraran el bono de fin de año).

En promedio, los trabajadores registrados del sector privado vieron reducidos sus ingresos en $ 967 mensuales ($11.608 anuales) y los empleados públicos en $ 886 ($ 10.642 anuales). Se trata de las categorías más representativas. En las otras se pierde menos, no porque hayan sido beneficiados, sino porque sus ingresos son aún más bajos.

Con el bono de fin de año, en el caso que lo cobren (muchas empresas y jurisdicciones públicas lo están negando), recuperarían sólo dos meses de lo perdido durante 2016 (o, dicho de otra forma, menos del 20 %).

La promesa de campaña de eliminar el impuesto al salario no fue cumplida. La oposición aprovechó para hacer demagogia imponiendo un revés a Cambiemos a través de un proyecto de ley que implica cambios cosméticos. Los reclamos obreros son atendidos en cámara lenta.

Contrasta con la velocidad con la cual se atendió el reclamo de las patronales. En la mayoría de las definiciones el Gobierno recibió el apoyo del Frente Renovador de Sergio Massa y del Frente para la Victoria en el Senado, como ocurrió con el voto a favor del acuerdo con los buitres, el blanqueo de capitales y el Presupuesto 2017.

Al ajuste de los ingresos de la clase obrera hay que sumar unos 200 mil despidos. Según Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en el tercer trimestre del año, había más de 1 millón de desocupados que con los subocupados suman alrededor de 3,5 millones de personas, además hay 3,8 millones de trabajadores no registrados (en “negro”). Un total de 7 millones de personas con problemas laborales. Se trata de una mezcla explosiva de responsabilidades entre la “pesada herencia” y el ajuste macrista.

El Indec también reconoció 32,2 % de personas pobres en el país. La manipulación de las estadísticas públicas del anterior gobierno impide la comparación. Pero sería difícil negar que en ese porcentaje hay una gran parte de herencia: no se generan 12 millones de pobres de un día para otro. Tampoco se puede dejar de ver que las políticas aplicadas por el macrismo fueron una máquina de crear nuevos pobres.

El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) estimó en 1,4 millones los nuevos pobres desde la asunción de Mauricio Macri hasta abril de 2016. La promesa de “pobreza cero” mutó en negociación de los términos de la “emergencia social”. Todo un reconocimiento del agravamiento de la “pesada herencia”.

Corriendo el arco

La caída de los ingresos del pueblo trabajador se trasladó a un derrumbe del consumo y la producción en muchas ramas productivas. El famoso “segundo semestre” nunca llegó. La economía cerrará el año con una caída que por el momento está proyectada por los analistas en alrededor del 2,5 %, pero las cifras finales podrían ser aún más graves.

Los datos que se conocieron estos días no mejoran la situación. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) informó una caída industrial Pyme del 6 % interanual en octubre. El Índice Construya, que elabora una cámara privada que agrupa a grandes empresas, exhibe una caída de 4 % en noviembre en relación a octubre y del 20,2 % en comparación con el año pasado.

Algún muy mínimo “brote verde” se observa en el último registro de la producción automotriz. La situación del Brasil, país con el cual está integrada la industria local, no permite tener grandes esperanzas sobre que ese dato puntual se transformará en tendencia.

Frente a la falta de reacción de la economía, el macrismo fue desplazando la fecha de la reactivación, haciendo cada vez menos creíble sus pronósticos. El nuevo plazo se trasladó hacia el año próximo.

Es en parte cierto que la nueva gestión heredó una “pesada herencia”. El kirchnerismo atravesó los últimos años de gobierno lejos del crecimiento a tasas chinas de la década pasada y con múltiples desequilibrios: inflación, déficit fiscal y restricción externa.

También es verdad que el gobierno de Mauricio Macri agravó casi todos los indicadores: el Producto Interno Bruto (PIB) está en caída luego de un moderado crecimiento el año pasado, la inflación pasó de alrededor de 25 % en 2015 a más del 40 % este año y el déficit fiscal sigue alrededor del 5 % del PIB.

El único ítem que mejoró relativamente es la restricción externa, que se relajó gracias a la devaluación, los enormes beneficios otorgados al capital financiero internacional y a la “bicicleta” que armó el Banco Central de la República Argentina (BCRA). Son salidas coyunturales y pragmáticas, que engendran nuevos inconvenientes.

Y en eso llegó Trump

Mientras el Gobierno ve que sus metas no se van cumpliendo, parece ser invadido por cierto desconcierto. Lo expresó el ministro de Producción, Francisco Cabrera, cuando reconoció que era un “misterio” el momento en que se reactivaría la economía.

Incluso, se presenta una paradoja: muchos empresarios, como los de la Unión Industrial Argentina, sienten desconfianza de que Cambiemos mejoré los resultados económicos.

Las tensiones se reflejan hace tiempo en las internas del gabinete económico entre Alfonso de Prat Gay y Federico Sturzenegger. El titular del Banco Central empezó a desmontar con pie de plomo la bomba de tiempo de la Lebac para ayudar a la reactivación. Pero volvió a despertar el fantasma del dólar y la inflación.

Hacia el año próximo diversos escenarios se abren: desde un rebote de la caída hasta una continuidad de los malos resultados. Ninguno es demasiado alentador.

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Desde 2008, la economía mundial atraviesa una crisis que fue imponiendo una situación de “estancamiento secular”, como la denominan muchos economistas de los países centrales.

En 2016, América Latina va a tener su segundo año de caída de la economía. Según observa la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), dos años consecutivos de recesión es un fenómeno que no se observa desde la década perdida de 1980.

Es muy difícil que Argentina se pueda abstraer de esta situación. Nuestro país es el principal socio comercial y tiene fuertes vínculos económicos con Brasil, cuya economía explica en gran proporción la recesión latinoamericana.

Para colmo de males, llegó Donald Trump. Más incertidumbre para los planes de Cambiemos. (LID)

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