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Segundo semestre: ¿a 48 horas de la felicidad?

Macri afirmó en un acto en Pergamino que “las buenas noticias empiezan a llegar”. Pero el discurso y el caso López no logran tapar la inflación, los despidos y el malestar social.

29 de junio de 2016| Fernando Scolnik |

Ayer el presidente Mauricio Macri encabezó un acto en el partido bonaerense de Pergamino, donde participó de la inauguración de una planta de fertilizantes.

A pocos días del comienzo del anunciado segundo semestre, el mandatario aprovechó la ocasión para afirmar que “las buenas noticias empiezan a llegar. Se irán acelerando en el tiempo porque nada se logra de un día para el otro. Lo importante es que ya empezamos. Eso es lo valioso, que decidimos emprender un cambio que nos reclama que seamos protagonistas”.

El presidente recordó también en su discurso que faltan pocos días para cumplir “los 200 años de nuestra independencia y estamos abriendo una nueva planta que expresa lo que somos capaces de hacer los argentinos cuando nos comprometemos, cuando creemos, cuando confiamos”.

Con esta puesta en escena, Macri, quien estuvo acompañado por la gobernadora María Eugenia Vidal y por el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, buscó transmitir la imagen de una economía que tras la recesión estaría comenzando a ponerse en movimiento, con inversiones y creación de puestos de trabajo.

De acuerdo a esta versión ofrecida ayer por el presidente, “tenemos un lugar y un rol en el mundo, y el mundo nos ha abierto la mano. Queremos transformarnos en el supermercado del mundo, queremos que nuestros alimentos con marca, con valor agregado, lleguen al mundo entero, porque eso multiplicará el empleo por todo el país”.

Macri subrayó de este modo que en la versión de Cambiemos sobre el “rol en el mundo” que debe tener el país, tiene mucho peso la exportación agropecuaria. Ya en los comienzos de su gobierno había beneficiado a las patronales del campo con la eliminación y rebaja de retenciones a distintos productos del sector, lo cual significó una enorme transferencia de ingresos favorable a los empresarios del campo. Sin embargo, este discurso, ante la ausencia de otros anuncios, deja en evidencia que la lluvia de inversiones esperada para un mayor desarrollo de la industria en su conjunto, no es tal hasta el momento.

Por eso el intento político del acto de ayer no tiene un significado menor: tras asumir el gobierno, Cambiemos buscó justificar su plan de ajuste económico con una excusa y una promesa: la primera de ellas remitía a la herencia recibida, que de acuerdo al libreto oficial no habría dejado otra opción que “sincerar” la economía; mientras que la segunda aseguraba que las malas noticias acabarían pronto y el segundo semestre del año vería repuntar la economía.

Sin embargo, a 48 horas del segundo semestre no es ésta la situación que se vive. Mientras desde las propias filas de Cambiemos existen recriminaciones por haber prometido algo que no se podía cumplir y que pronto quedará en evidencia, desde el lado del pueblo trabajador la percepción es bien distinta a la transmitida ayer por el presidente: el humor social no siente que las “buenas noticias empiezan a llegar”, sino que persiste el malestar por la inflación, los tarifazos y los despidos, sin que alguna buena nueva se avizore en el horizonte. Las paritarias, dado el rol de las cúpulas sindicales que están en tregua con el gobierno, fueron firmadas en su totalidad por debajo de la inflación proyectada para este año.

Como un equilibrista, Macri sabe que a esta altura las frases de campaña indicadas por Durán Barba son insuficientes, y por ese motivo, a la vez que anuncia de forma poco convincente la llegada de buenas noticias, tiene que dar cuenta de que un gran sector de la población no atraviesa por un buen momento. Por eso ayer también indicó que “hemos sincerado muchas cosas y no me cansaré de decir que me dolieron muchas medidas, porque sé que significaron un esfuerzo adicional para muchos argentinos”.

En este marco, la mejor noticia que recibió el macrismo en el último tiempo vino del lado del kirchnerismo: los distintos escándalos de corrupción, y el de José López especialmente, le permitieron tener en el centro del debate político durante las últimas semanas un tema que no es el ajuste.

Sin embargo, así como el sol no se puede tapar con la mano, los escándalos y el bombardeo mediático no podrán ocultar por más tiempo que mientras crece la indignación con la corrupción del gobierno anterior, también aumenta la bronca con la política económica del macrismo. El peronismo en crisis, fragmentado y sin intención de enfrentar el ajuste, es una noticia que le da un respiro al macrismo, junto con la tregua de las cúpulas sindicales. Pero la incertidumbre sobre cuándo habrá finalmente luz al final del túnel no augura un escenario tranquilo para los próximos meses, y se abrirán nuevos desafíos para la lucha contra el ajuste y la impunidad, como proponen la izquierda y el sindicalismo combativo.

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