Esquel ha vuelto a hacer esa ciudad tranquila, en la que parece que nunca va a pasar nada. Nada que convulsione a su población, claro. Una ciudad tranquila, sí, pero tampoco el idilio. Una ciudad con las mismas contradicciones que atraviesan al país, los mismos problemas sociales, las mismas desigualdades y necesidades, pero rodeada de cerros forestados con pinos exóticos y un clima riguroso y cambiante, que saluda con aguanieve al visitante en noviembre. Una ciudad que hoy crece (...)