En estos días, aviones israelíes bombardearon más de 40 túneles que comunican la frontera común entre Gaza y Egipto. Hubo más de 300 muertos y 1.000 heridos.
¿Cuántos muertos más son necesarios para terminar con este ataque? ¿Cuántas vidas más se van a llevar intereses puramente económicos? ¿Cuánta mentira vamos a tener que soportar sobre la lucha contra el terrorismo, sobre la historia del “pueblo elegido”? ¿Cuánta historia van a tergiversar para que existan excusas para matar? ¿Cuándo van a pagar por tanta sangre y dolor? ¿Cuánto imperialismo más vamos a soportar? ¿Qué precio tienen los que no tienen precio? ¿Cuántas vidas más se van a destruir sin que todos nos cansemos? ¿Cuánta paciencia vamos a tener los que estamos afuera, lejos, pero sabemos que todo esto es para que el poder imperial norteamericano e israelí se extienda por el planeta? ¿Cuánto más pueden aguantar los habitantes de Israel al ver cómo sus hermanos son asesinados por estos monstruos que conducen su país? ¿Cuántos miembros de la AMIA van a seguir apoyando esta masacre? ¿Cuánto más podemos llamar guerra algo que es un terrorismo insaciable hacia el pueblo Palestino? ¿Cuántas Iglesias, cuántos evangelios, cuántos rezos, son necesarios para acabar con esto?
Lo más peligroso es acostumbrarse a leer estas noticias, y que las ingeramos tan rápido que pasemos las hojas de la historia como si nada. Eso es lo más peligroso. Acostumbrarse a lo aberrante. Hoy son 300; mañana, seguramente, serán más. No podemos naturalizar las muertes de nuestros hermanos.
Hay un dicho, atribuido a Bertold Bretcht, que dice lo siguiente: “No aceptes lo habitual como cosa natural, pues en tiempo de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar”. Tengámoslo en cuenta para que nos sirva para movilizarnos en solidaridad con el pueblo palestino, como lo debemos hacer con todos los pueblos que luchen por su liberación en pos de la justicia y de la felicidad de su patria.
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