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Juan Barca: “La carne es uno de los alimentos que más impulsa la dinámica inflacionaria”

Con los precios de los alimentos por las nubes y los salarios en niveles de pobreza, el Gobierno se juega a cerrar acuerdos de precios con empresarios sin afectar sus ganancias, como el de la carne. Entrevistamos al periodista Juan Barca para repasar los efectos de esta medida.

25 de febrero de 2021

Unos de los temas centrales de este año es la inflación, sus proyecciones y el efecto en el bolsillo. Suben los alquileres, la nafta, las tarifas de telefonía móvil y prepagas. Mientras se confirmaba que los salarios en 2020 anotaron el tercer año consecutivo de pérdida de poder de compra, los precios de los alimentos se aceleran. El salario mínimo de $ 20.587 cruzó la línea de indigencia que en enero fue de $ 23.722, cada vez alcanza para menos.

Con los acuerdos de precios que lanzó el Gobierno, se terminó aceptando que productos esenciales en la mesa de las familias argentinas, como la carne, son cada vez menos accesibles. ¿Pero estas medidas alcanzan para poner un freno a la suba de precios? Detrás de los acuerdos con empresarios y cámaras del sector, ¿quiénes se benefician realmente? Sobre esto hablamos con el licenciado en comunicación (UBA) y Editor de Iprofesional, Juan Manuel Barca.

A comienzos de febrero el Gobierno lanzó el acuerdo con la carne con bombos y platillos. Entre otras cosas, sostenía que retrotraía los precios de los 8 cortes a valores de diciembre, hasta un 30 % menos en promedio. ¿Esto es así? ¿Alcanza con esas rebajas?

El acuerdo con cadenas supermercados y frigoríficos exportadores supone rebajas. Ahora, yo observé que en Coto y Carrefour la tapa de asado, roast beef y carne picada subieron hasta un 35% más en febrero. Más allá de estos casos, el problema es que en enero la carne en el GBA aumentó 6,4% mensual y 57,7% anual, por encima de la inflación general del 4% y 38,5%, respectivamente. El asado subió un 83% anual. Por otra parte, el IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina) midió en la primera y segunda quincena de enero una suba de la carne del 73% en 12 meses. Todo esto pese a la vigencia de precios cuidados, precios máximos y las inspecciones de la secretaría de Comercio. Y el valor de la hacienda en Liniers subió solo un 7% en la primera semana de febrero.

En definitiva, la carne sigue subiendo y es uno de los alimentos que más impulsa la dinámica inflacionaria, pero no es el único rubro. Frutas, prendas de vestir y medicamentos también suben fuerte e incluso por encima de la carne, lo que hace más difícil acordar rebajas y que se sostengan en el tiempo. Unos impactan en la canasta básica alimentaria, que mide la indigencia, y de conjunto, repercuten en la canasta básica total, que mide la pobreza. En el segundo trimestre, este indicador llegó al 47%, unos 21 millones de personas. La carne le mete presión también a los salarios en un año que el Gobierno busca cerrar las paritarias apenas unos puntos por encima del 29%, cuando se espera una inflación cercana al 50%. También repercute sobre el costo de vida de jubilados y sectores con asistencia estatal en momentos que el Ministerio de Economía prevé en 2021 una reducción del déficit fiscal de casi un 50% mediante la licuación del “gasto social” y la eliminación de subsidios por pandemia, entre otros rubros.

Sobre la calidad de los cortes, algunos empresarios del sector ligados a carnicerías sostuvieron que se trataría de “carne mala”, de un cupo sobrante de exportación, imposible de colocar afuera. ¿Qué hay de cierto en esto y para vos quienes se benefician con el acuerdo?

En primer lugar, las rebajas alcanzan a ocho cortes porque la falda y espinazo ya estaban en Precios Cuidados. En total, cubren un tercio de los 23 que se comercializan. En cuanto a la calidad, son cortes económicos e intermedios que no se pueden colocar en el exterior, aunque China consumiría algunos de esos cortes. En tercer lugar, el compromiso no incluye a frigoríficos de consumo interno, carnicerías ni supermercados medianos y pequeños. Solo a 1.600 bocas de expendio de un total de 50.000 en todo el país. Y se garantizan 6.000 toneladas mensuales, un 3% de las 200.000 que se venden en el mercado interno. Tanto las carnicerías como los propios exportadores reconocen que el acuerdo fue beneficioso para estos últimos. Da la impresión que el Gobierno resolvió un acuerdo rápido para mostrar capacidad de iniciativa sin importar tanto su efectividad o alcance. Es probable que haya novedades o cambios.

A casi un mes de la implementación del acuerdo, desde el Gobierno algunos sostienen que fue un éxito. ¿Cuál es su efectividad? y ¿Qué se puede esperar que suceda cuando finalice a finales de marzo?

Para analizar las medidas, hay algunos datos importantes a considerar. En plena pandemia y crisis económica, la producción de carne registró en 2020 el tercer récord en 25 años y las exportaciones fueron las segundas más altas de la historia motorizadas por la mayor demanda china. Pero el consumo interno por habitante fue de 49,7 kilos, el más bajo de los últimos 100 años, por la pérdida de poder adquisitivo del salario. Los precios igualmente suben porque el stock ganadero sigue estancado en un promedio de 55 millones de vacas desde hace 30 años. Es más, el año pasado se redujo y va a seguir cayendo, con lo cual se faenan más terneros pero con una oferta decreciente de ganado y un incremento de la población. A su vez, el boom de la soja desplazó el ganado hacia tierras menos productivas, reduciendo la tasa de reproducción del animal y la rentabilidad. Todo esto se tradujo en menor inversión y mayor presión sobre los precios.

En este escenario, el Gobierno busca “desacoplar” los precios de la carne de su valor internacional. La estrategia oficial apunta a controles de precios combinados con medidas sectoriales y el acuerdo económico y social como telón de fondo bajo la premisa de que el Estado en forma unilateral o mediante un pacto puede definir los precios de la economía en forma artificial. El Ejecutivo amaga a su vez con el cierre de exportaciones o los cupos aplicados por Néstor Kirchner en 2005-2006 ante la aceleración de precios. Pero es difícil que avance por esa vía teniendo en cuenta que esa medida en 2009 provocó una fuerte caída en los niveles de la producción que aún no se han recuperado y repercutió en el ingreso de divisas, una de las preocupaciones principales de Guzmán.

Sin ser economista, puede que los controles moderen por algún tiempo algún precio, pero los antecedentes históricos muestran que no logran torcer el rumbo de la inflación. Pese a las tarifas suspendidas, caída del 10% del PBI y el cepo al dólar, la inflación fue del 36% en 2020. El argumento de que hay “formadores de precios” pareciera sugerir que estos se pueden manejar a voluntad. Si la concentración fuera la causa, economías más concentradas deberían tener mayor inflación y, sin embargo, Argentina tiene uno de los mayores niveles de inflación del mundo. La economía de mercado está regida por la lógica de ganancia y la competencia. Los empresarios pueden perder demanda por remarcar precios. En el caso local, la dinámica inflacionaria se combina con estancamiento, recesión y mínimos históricos de inversión. Pero los precios no aumentan todos por igual, los salarios vienen rezagados. Por eso, es más probable que los controles o los acuerdos sirvan para moderar las paritarias. Si la inflación supera la pauta salarial impulsada por la Rosada, volverá a caer el salario real por cuarto año consecutivo consolidando la redistribución regresiva del ingreso. (LID) Por Guadalupe Bravo

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