Ubicado en Salta, a 4100 metros sobre el nivel del mar, en invierno la temperatura desciende hasta los 15 grados bajo cero mientras que en verano el calor es sofocante. Sus habitantes, que viven allí desde tiempos inmemoriales, no tienen agua potable ni tampoco beneficios sobre la explotación de los recursos naturales.
El pueblo que está en lo mas alto del país quizás también sea el más desafortunado. Olacapato, que se eleva a 4100 metros sobre el nivel del mar, es rico en energía solar, minerales y gente que quiere trabajar, pero a pesar de todo eso, pasa más carencias que muchos otros.
Enclavado en las alturas de la Puna salteña, Olacapato podría ser ese pueblo simbólico al que, desde abajo, todo argentino mira. Pero sucede todo lo contrario: nadie lo ve. Su gente, la comunidad Quewar Kolla, está olvidada.
Es muy duro vivir en Olacapato. A esa altitud cuesta respirar. Para los que no estamos acostumbrados, andar por esas calles es como caminar con una mochila llena de piedras en la espalda y dos ladrillos sobre la cabeza. Después de un día de trabajo yo me sentí muy mal y cuando en la posta sanitaria me tomaron la saturación de oxígeno en sangre el oxímetro, midió 73%. Estuve a poco de desmayarme.
Por el viento y el frío (en invierno, el termómetro fácilmente puede marcar -15 grados) muchas veces los pobladores no pueden salir de sus casas. En verano el drama es el calor y la sequía, y es por eso que es muy difícil que allí crezca un simple árbol donde guarecerse del sol.
Pero la naturaleza te da y te quita. Eso lo sabe muy bien la gente de la comunidad originaria Kolla, que habita estas latitudes desde tiempos inmemoriales. Ellos adoran, respetan y celebran a la Madre Tierra, la Pachamama, porque saben que es justa y buena. Y no se equivocan.
Por obra y gracia de la Pachamama esa tierra es inmensamente rica. Apenas a dos kilómetros del pueblo hay una mina de ulexita, en donde trabajan casi todos los del pueblo. Pero esa riqueza es un granito de quinoa comparado con las promesas de extracción de litio que pueden medirse en millones y hasta billones de dólares. Y más: cerca de ahí la extracción por toneladas de litio ya es una realidad en el gigantesco yacimiento de la minera Río Tinto, la multinacional anglo-australiana con sede en Londres.
Nada de toda esa riqueza se queda en el pueblo. Así como tampoco nada de lo que produce el Parque Solar Caucharí, el emprendimiento de ese tipo más grande de toda Latinoamérica. Hace ya 10 años que les prometieron a los Kollas que un poquito de esta energía limpia y barata iba a quedar en el pueblo, pero nunca cumplieron y la energía pasa a través de las calles del pueblo en gruesos cables sobre enormes postes de cemento, con destino a otras localidades más favorecidas de la provincia.
Los vecinos de Olacapato tampoco tienen agua potable. Desde el inicio de los tiempos los habitantes del lugar bebieron el agua fresca y clara que desciende desde los 6130 metros por la ladera del volcán Quewar, considerado sagrado por los Kollas. Pero desde que llegó la mina ellos tienen que hervir el agua. Esa vertiente que había probado ser químicamente pura ya no es la misma. Hay fundadas chances de que el agua ahora esté severamente contaminada.
Por el enorme movimiento de camiones que van y vienen de las minas de litio y oro la provincia decidió crear un centro de suministro con negocios, hoteles y hasta un aeropuerto. Sería una enorme oportunidad para Olacapato. Sin embargo, para instalar el ya bautizado Nodo Logístico Minero Puna, se ha decidido construir una ciudad nueva lejos de ahí, con lo que -si el proyecto se concreta- Olacapato perdería su última oportunidad. (El trece)
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