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Sale Sturzenegger, entra Caputo: un Gobierno sin GPS en camino al caos económico

El acuerdo con el FMI no detuvo la maratón al dólar. En medio de una nueva fase de la corrida sobre el tipo de cambio, la cotización llegó a $ 28,44. ¿A dónde va la economía?

15 de junio de 2018| Pablo Anino |

Apenas una semana después de llegar a un acuerdo neocolonial y de un ajuste de dimensiones exorbitantes con el FMI, el Gobierno de Cambiemos se vio obligado a producir modificaciones en el gabinete económico.

Una nueva fase de la corrida cambiaria, iniciada a fines de abril, se llevó puesto al presidente del Banco Central de la República Argentina, Federico Sturzenegger. Su lugar será ocupado por Luis Caputo, actual ministro de Finanzas.

La corrida hacia el dólar de este jueves ubicó la cotización a un nivel récord histórico de $ 28,44. Significa un alza de más del 60% desde los niveles de diciembre de 2017.

Las voces desde la city porteña en la tarde del cuarto día de la semana expresaban nerviosismo. Ni la aprobación en la Cámara de Diputados de la ley de aborto legal ni el inicio del Mundial de Fútbol habían logrado distraer, al menos por unas horas, la atención en los problemas económicos.

Este jueves también se conoció la carta de intención enviada al FMI con los compromisos que asume el Gobierno. Llamativamente, la misiva lleva la firma, además del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, de quien renunciarían horas después: el mismo Sturzenegger.

Los detalles de este verdadero acuerdo con el diablo contemplan aspectos desconocidos hasta el momento: es explícito el objetivo de producir despidos de trabajadores estatales; avanzar con nuevas contrarreformas previsionales; utilizar el Fondo de Garantía y Sustentabilidad (FGS) de la Anses para pagar pensiones; entre otros objetivos.

Este jueves imperaba una gran desconfianza en el mundo financiero sobre el capital político del Gobierno para cumplir con lo pactado con el FMI.

Los cuatro jinetes del Apocalipsis
La política monetaria venía siendo altamente errática al menos desde el 28 de diciembre último, cuando los cuatro jinetes del Apocalipsis del gabinete económico anunciaron un cambio de metas de inflación que no resistió la realidad.

Este jueves el Indec dio a conocer el dato de inflación de mayo despertando fuertes sospechas: fue de 2,1 % cuando muchos analistas la preveían cercana al 3 %.

En el acumulado del año, la suba de precios llega a 11,9 %. Todas las previsiones para 2018 señalan que la inflación se acerca al 30 % anual. E, incluso, la carta de intención oficial enviada al FMI contempla hasta 32 %.

Conferencia de prensa del 28/12/2017

Pero todas estas estimaciones no cuentan con la corrida de los últimos días, que tendrá un nuevo impacto en precios. El círculo vicioso entre inflación y cotización del dólar tiene antecedentes catastróficos en la historia económica del país.

El ahora ex presidente del Banco Central había quedado expuesto con la pérdida de casi U$S 15 mil millones de reservas desde fines de abril a esta parte: durante las primeras jornadas de la corrida fueron grandes bancos de inversión, como J.P. Morgan, los que obtuvieron enormes ganancias especulativas pasándose a dólar.

Pero la credibilidad tuvo un quiebre los últimos días: el jueves 7 se anunció, como parte del acuerdo con el FMI, que el Banco Central dejaría que el tipo de cambio flotara libremente. No obstante, ante la suba de la divisa la entidad monetaria empezó a intervenir el martes 12, para luego retirarse.

Todo el mundo se dio cuenta de lo evidente. Como en la corrida iniciada en abril, el Central entregaba reservas baratas para luego, de todos modos, dejar que el dólar suba: beneficios redondos para los especuladores.

En su carta de renuncia, presentada a Mauricio Macri, Sturzenegger señaló que “en los últimos meses diversos factores fueron deteriorando mi credibilidad como Presidente del Banco Central, atributo clave para llevar adelante la coordinación de expectativas”.

Junto con la mala praxis, fue el fuego amigo de los “mercados” el que devoró a Sturzenegger, que ahora enfrentará denuncias penales, lo mismo que J.P. Morgan, por el saqueo de las reservas del Banco Central.

No es una novedad: el ex presidente del Central también estuvo denunciado por el “megacanje”, una operación fraudulenta realizada en complicidad con Domingo Cavallo durante el Gobierno de Fernando de la Rúa.

La crisis va exponiendo el entramado estrecho entre los que vacían el país y el régimen político.

¿A dónde va la economía?
El Ministerio de Finanzas, que deja vacante Caputo, se vuelve a unificar (luego de la separación que implicó la ida de Alfonso Prat Gay a fines de 2016), con el Ministerio de Hacienda. Nicolás Dujovne queda al mando de toda la política económica.

El “mejor equipo” de los últimos cincuenta años se reduce a un hombre con fondos y mansiones en el exterior. Los megaministros, como fue Cavallo en su momento, son una manifestación del desorden económico creciente.

Dujovne será el encargado de llevar adelante el plan de guerra contra la clase trabajadora. En primer lugar, el recorte de partidas presupuestarias para liberar recursos que irán, como en toda la historia argentina, a pagar la deuda preexistente y la nueva que se genera con el FMI.

Las tareas de Dujovne no se limitarán al ajuste presupuestario. El libro “Argentina atrapada. Historia de las Relaciones con el FMI” de Noemí Brenta es ilustrativo de cómo negocia el Fondo: allí se grafican las exigencias en relación a la reducción del poder de compra del salario de todos los trabajadores, no sólo de los estatales.

De conjunto, el plan económico tenderá a ordenarse cada vez más alrededor de garantizar el pago de la deuda eterna al capital financiero internacional: hoy el 60% del déficit financiero estatal es explicado por los intereses de deuda, que se incrementarán con el nuevo endeudamiento.

No pagar la deuda a los especuladores es una medida cada vez más vital, no sólo para liberar fondos con fines sociales, sino también para evitar el saqueo de los recursos nacionales y el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores.

La economía estará fuertemente estresada las próximas semanas. El martes 19 hay un nuevo megavencimiento de Lebac: desactivar esa bomba de tiempo será el difícil desafío de Luis Caputo.

También es inminente el veredicto de Morgan Stanley Capital Investment (MSCI): dirá si Argentina califica como “mercado emergente”, lo cual podría implicar ingreso de capitales. La tormenta cambiaria está marchitando las esperanzas.

Caputo, ex empleado de J.P. Morgan y Deutsche Bank, es un trader que intentará hacer valer su experiencia para recobrar la confianza de los “mercados”, que hablan su mismo idioma: recordemos que está denunciado por no declarar sus fondos especulativos, como el Noctua, radicados en paraísos fiscales.

El nuevo presidente del Central fue quien tejió el acuerdo para pasar el vencimiento de Lebac de mayo. En tensas negociaciones realizadas con los buitres BlackRock y Templeton logró que estos suscribieran bonos de deuda argentinos.

Además fue parte del cónclave realizado en la casa del presidente del Santander Río, Enrique Cristofani, que comprometió a los bancos que operan en el ámbito local a seguir en Lebac.

¿Cómo consiguió tales logros? Redoblando todos los beneficios especulativos preexistentes.

La economía se encuentra prácticamente estancada en la actual década. Además, tiene profundos desequilibrios: déficit fiscal, rojo externo, inflación, deuda en ascenso.

El acuerdo con el FMI empujará cada vez más a la recesión en su peor combinación: aquella donde la inflación no se detiene.

La situación internacional, desde la suba de tasas en Estados Unidos hasta las turbulencias políticas y económicas en el vecino Brasil, pasando por el complejo panorama económico de la Unión Europea, hacen de la “vuelta al mundo” que pregonó Cambiemos un pasaje al túnel del terror. Para peor, el macrismo se quedó sin GPS para atravesar esa oscuridad.

Más que nunca se plantea la disyuntiva: ellos o nosotros. Para que esta vez la crisis la paguen los grandes empresarios, bancos y especuladores que la generaron. Y que los vencedores de siempre, sean los vencidos. (LID)

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