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CONSTITUYENTE SOCIAL: ¿Hacia un nuevo poder o a maquillar el existente?

La realización de la Constituyente Social ha sido un paso importante en
la posibilidad de gestar un movimiento político/social -de alcance
nacional- que coloque en la agenda popular la cuestión de la nueva
institucionalidad, sin duda el problema central que desnudó la rebelión
de 2001.

31 de octubre de 2008| copenoa |

Dicho evento ha tenido lugar en momentos en que la crisis capitalista en
curso amenaza las condiciones de vida más elementales de las clases
laboriosas, por lo que se hace necesario el más amplio frente de lucha
contra la barbarie capitalista, que en nuestro país se expresa a través
del gobierno kirchnerista así como de los distintos partidos (PJ, UCR,
PRO, PS, ARI, Frente para la Victoria, etc.) y Cámaras de la burguesía
(Sociedad Rural, Coninagro, UIA, ADEBA, Cámara de la Construcción, Bolsa de Comercio, etc., etcétera).

Ni el hambre, ni la pobreza ni la desocupación son fenómenos de la
naturaleza, sino la consecuencia de políticas destinadas a llenar las
arcas de los capitalistas a costa de la superexplotación y miseria de
las amplias mayorías.

La rebelión de 2001, que está más presente que nunca, así como la lucha de todos estos años, obligan a estar alerta para no repetir caminos que no conducen a ninguna salida y que sólo terminan favoreciendo a las minorías de siempre para mantenerse en el poder.

Y esto se expresó en el cántico más entonado este viernes y sábado en
Jujuy: ("no queremos más alianzas / no queremos más traición...")
dejando constancia tanto del enorme desafío como de los límites que la
actual conducción debe superar si quiere estar a la altura de lo que las
bases demandan.

Este primer Encuentro mostró las distintas posiciones al interior de la
Constituyente, pero también que allí está el grueso de los sectores
organizados que protagonizaron y protagonizan la resistencia al modelo
neoliberal; y que por lo tanto es muy difícil -si no imposible- pensar
una acción de masas que no tenga en cuenta este componente.

El verdadero pulso del pueblo que lucha se expresó en el cántico, pero
también en las intervenciones en las distintas Comisiones.

En todas -o casi todas- estuvo el reclamo al no pago de la deuda, que
hoy adquiere una importancia vital lo mismo que la reestatización de las
empresas estratégicas, el comercio exterior y la banca. Como la
recuperación de nuestros recursos naturales, la elevación del salario,
la estatización de las grandes haciendas, etc., etcétera.

Veinte mil millones de dólares de vencimientos de deuda el año próximo
explican la súbita estatización de las AFJP por los K. y no ningún giro
populista, sino contar con caja para asegurar el pago a los acreedores
externos. Ese es el verdadero motor de la medida.

No es posible imaginar una Nación independiente, integrada, con
desarrollo y justicia social si las principales palancas de la economía
continúan en manos de las corporaciones transnacionales, o si el fruto
del trabajo es destinado a la timba financiera y no a abrir nuevas
fuentes de trabajo.

He aquí una de las claves de la coyuntura que atravesamos; por eso lo
importante de que en numerosas Comisiones esto haya sido planteado como condición, incluso para pensar la redistribución de la riqueza y el
ingreso.

Nuestra izquierda "tradicional" (o sea, el reformismo y el sindicalismo
con fraseología revolucionaria) nos gritará "pero eso no es socialismo,
¡traición!..."; y es cierto, no es el socialismo, pero esto sin una
revolución socialista no se puede llevar a cabo, a menos que nuestros
críticos consideren que aquí hay una burguesía capaz de desarrollar
estas tareas.

Hasta horas antes del inicio de la Constituyente se habló mucho de la
presencia en la misma de Yasky, Tumini, Depetri y Buzzi. Si bien ninguno
fue de la partida, los organizadores hicieron gala de verdaderos
malabares para no mencionar explícitamente al gobierno como responsables de la política que se quiere enfrentar.

En un momento, De Genaro aplaudió como un logro la estatización de las AFJP, "olvidando" señalar el verdadero carácter de la misma (como
producto de la crisis capitalista y la necesidad de caja del gobierno)
además de no cuestionar la pretensión de manejar los fondos a
discreción, de otorgar aumentos a los jubilados cada 6 meses siempre y
cuando haya determinada recaudación fiscal y de no cumplir ni siquiera
con lo dictado por la Corte Suprema.

Una Constituyente no puede tener otro motivo que constituir algo nuevo, algo que hoy no tiene existencia en contraposición al poder existente.

Por ello:

1.. No puede hacerse desde las instituciones del sistema sino desde la
acción de calles, lo cual no significa negar la conveniencia -en
determinado momento y en precisas circunstancias- de aprovechar
resquicios parlamentarios para alentar el desarrollo de eso nuevo,
pero teniendo siempre presente -más en circunstancias como las
actuales- que ello sólo es posible si nos convertimos en
"representantes" de la lucha de calles, que es donde vive hoy la
política y donde sí tenemos expresión los de abajo. Los hechos de
diciembre de 2001 deben servirnos como guía para la situación que se
avecina. Si realmente la crisis capitalista es de la magnitud que
todos decimos, es indudable -por tradición, conciencia y organización
del pueblo trabajador- que ello empujará a millones a ganar las
calles. Por ello es saludable lo resuelto en el debate de las
Comisiones de organizar para diciembre una "Marcha Federal (aunque De Genaro la llame "Nacional") contra el Hambre y la Pobreza", así como
la de acompañar masivamente la de Los Chicos del Pueblo y la Jornada
por el Día del Petróleo.

2.. Tampoco puede imaginarse esta construcción de la mano de quienes
han sido (y/o son) cómplices de la política de entrega. Tanto de
aquellos que hace años sostienen el régimen y que han sido repudiados
por la rebelión del 2001, como de los que defienden la actual
administración. Una nueva política sólo es dable esperar de los que
han sostenido la resistencia, de los que no han sido integrados ni
cooptados. Éste es un capital que no puede ser rifado.

3.. No debemos confundir un proceso constituyente de masas con la
creación de un partido. Es lícito que cualquiera de los que
participamos de este proceso quiera y pueda organizarse como partido u organización política; lo que no debe es, en aras de ese deseo
legítimo, tensionar hasta romper el proceso puesto en marcha.

Una Constituyente -o el avance hacia la misma- es de una calidad y
envergadura superior que incluso coloca en mejores condiciones a
aquellos que aspiren a construir una fuerza política partidaria. Como
también un retroceso en ese proceso menguará cualquier intento en ese
sentido.

Es muy posible que esto esté en contraposición con algunas visiones,
pero es el desafío que hoy debe definir la Constituyente si realmente no
quiere repetir las limitaciones del FreNaPo en el 2001.

Por ello adquiere especial importancia la batalla al interior de la
misma; batalla entre compañeros, organizaciones o visiones distintas,
pero dentro de los que anhelamos un Cambio Social. Por eso la
Constituyente es la mayor posibilidad -hoy- de articular una oposición
transformadora, una referencia de masas que posibilite la construcción y
desarrollo de herramientas para la Revolución.

Movimiento Teresa Rodríguez

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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz

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