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Estados Unidos. Los aranceles de Trump son caóticos para Wall Street, pero las consecuencias caen sobre los trabajadores

La semana pasada, en el llamado “Día de la Liberación”, la administración Trump anunció aranceles gigantescos a decenas de socios comerciales. El anuncio fue acompañado de la amenaza de aranceles aún más altos para aquellos países que tenían impuestos de importación preexistentes o habían tomado otras medidas económicas contra los productos estadounidenses. Algunos aranceles, como los aplicados a Vietnam (¡46%!), eran muy superiores a los impuestos a las importaciones estadounidenses. Muchos países, incluida China, están respondiendo con aranceles de represalia propios.

11 de abril

Trump contraatacó imponiendo un nuevo aumento del 50 por ciento a los productos chinos y anunció el martes por la noche que a medianoche entrarían en vigor aumentos por un total del 104 por ciento. Este aumento se elevó al 125% el miércoles. En respuesta, el Gobierno chino ha aumentado los aranceles hasta un total del 84 por ciento a partir del miércoles. La Unión Europea también está a punto de aprobar nuevos aranceles que entrarían en vigor la próxima semana.

Los mercados han respondido caóticamente a las noticias, cayendo precipitadamente tras el anuncio inicial el 2 de abril, para recuperarse, caer de nuevo y volver a recuperarse dramáticamente cuando Trump anunció que suspendería temporalmente algunos de los llamados aranceles «recíprocos» a la mayoría de los países, con la excepción de China. Los de México y Canadá, sin embargo, se mantienen.

A pesar de esta recuperación temporal, sigue creciendo el consenso de que una recesión podría ser inminente si los aranceles se mantienen altos o escalan aún más -JP Morgan sitúa el riesgo en el 60%, Goldman Sachs en el 45%-. Como siempre, el capital está preocupado por sus márgenes de beneficio, pero el descarado plan de Trump afectará ante todo a la clase trabajadora tanto en casa como más allá de las fronteras del imperio en declive.

Los aranceles de Trump, que violan las reglas básicas de la globalización imperialista basada en el libre comercio, tendrán consecuencias profundamente negativas si se mantienen, tanto para la economía real como para la vida de millones de personas. Es posible que Trump retroceda aún más y, en su lugar, intente utilizar de nuevo los aranceles como una forma de presión extrema para negociar condiciones onerosas contra los aliados y los enemigos comerciales de Estados Unidos por igual.

Las políticas proteccionistas no son una solución al neoliberalismo

Puede parecer que la actual guerra comercial iniciada por Trump se libra únicamente en Wall Street, pero no es así. Esta guerra ya se expresa materialmente en Michigan, uno de los estados cuya clase trabajadora vivió en primera persona la ofensiva neoliberal que dejó en la pobreza a cientos de miles de trabajadores. Los trabajadores de allí ya están sintiendo el principio de las consecuencias de estos aranceles.

Como es bien sabido, el 20% de la economía de Michigan está ligada a la industria automovilística, que depende de piezas y vehículos procedentes de México y Canadá, y de las importaciones chinas. Este comercio que alimenta la economía de Michingan es tan dinámico que el estado es el quinto mayor importador y exportador de Estados Unidos.

Los ejecutivos de la industria automovilística de Detroit ya están acumulando existencias de componentes importados y luchando con los proveedores por el aumento de los precios. Las sedes de las grandes empresas automovilísticas se han transformado en “salas de guerra” para elaborar estrategias que permitan reducir los costes de producción, lo que, por supuesto, incluye bajar los salarios y aumentar la carga de trabajo.

Los trabajadores de las grandes plantas automovilísticas también se han estado preparando para la escasez y se temen posibles despidos si cae la demanda por el aumento de precio de los vehículos. Apenas unas horas después del anuncio de los aranceles, Stellantis despidió a 900 trabajadores en su fábrica de Indiana, que vendía suministros a fábricas de México y Canadá. El índice VIX, que mide la volatilidad de los mercados, se disparó.

Pese a las bravuconadas de Trump, las tensiones hierven en el seno del gobierno

Hasta ahora, pese a las claras evidencias de lo contrario, la coalición trumpista y el propio Trump han tratado de proyectar la idea de que hay unidad en palacio. Las importantes diferencias entre los magnates tecnológicos, MAGA, el gabinete y otros sectores ya han llegado a los titulares. Esta semana Robert Navarro y Elon Musk han intercambiado insultos en Internet, con la Administración que intenta venderlo como un ejercicio de apertura. El gran capital apostó a Trump pensando que esta nueva administración sería “un perro que ladra y no muerde”, apoyando los tan esperados recortes a la seguridad social y las exenciones fiscales a los superricos. Descartaron la idea de que Trump tuviera objetivos políticos profundos ligados a su cruzada arancelaria.

Aunque Trump ha dado marcha atrás temporalmente en algunos de los aranceles propuestos, aplacando quizá a algunos de sus críticos, no está claro si aumentará o no el descontento en Wall Street y dentro de las filas del Partido Republicano. La semana pasada, el Senado votó una resolución para poner fin a los aranceles sobre Canadá: cuatro senadores republicanos apoyaron la resolución. El senador republicano Chuck Grassley y la senadora demócrata Maria Cantwell también presentaron la semana pasada un proyecto de ley para exigir que se informe al Congreso 48 horas antes de que entren en vigor los aranceles y que éstos sean revisados por el Congreso en un plazo de 60 días. Los mismos tienen fecha de vencimiento si no se aprueban. La cooperación bipartidista contra los aranceles, por limitada que sea en este momento, revela algunos de los desafíos del gobierno y de la mayoría republicana del Congreso, que hasta ahora ha actuado obedientemente, pero tiene su propia agenda y diferencias sustanciales con Trump y Musk.

Durante semanas, el gran capital se mantuvo principalmente en silencio respecto a los aranceles, pero la dura reacción de los mercados y las afectaciones sobre la economía real les han empujado a empezar a hacerse oír. Como describió el Wall Street Journal hace unos días:

Ahora, luego de tres días de caídas del mercado y advertencias de titanes de Wall Street como Bill Ackman y Jamie Dimon, más líderes empresariales expresan abiertamente su preocupación. Ken Griffin, multimillonario y principal donante republicano que dirige la firma de fondos de cobertura Citadel, calificó a los aranceles como un “enorme error político” en un acto llevado a cabo el lunes por la noche en la Universidad de Miami.

Más importantes que las luchas internas en el Trumpworld, formado por multimillonarios, neonazis y oscurantistas, son las numerosas señales de que la resistencia contra Trump ha comenzado.

Los aranceles afectan a la clase trabajadora, al igual que la globalización capitalista
El sábado, cientos de miles de personas salieron a la calle contra los ataques de Trump a las instituciones gubernamentales y en defensa de Medicaid, la Seguridad Social y otros servicios sociales y programas de derechos. El impacto de los aranceles contribuyó sin duda a la alta asistencia.

Las multitudinarias manifestaciones del sábado bajo el lema “hands off” se desarrollaron luego de semanas de movilizaciones que comenzaron el mes pasado en todo el país contra los recortes, en defensa de la Seguridad Social y contra los despidos a empleados del sector público. También hemos asistido a protestas periódicas de los inmigrantes y sus comunidades contra las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.

Desorientado y desmoralizado, el establishment del Partido Demócrata ha adoptado hasta ahora una actitud de espera ante las diez primeras semanas de Trump en el cargo. En las dos últimas semanas, sin embargo, ha virado hacia una postura algo más enfrentada. El propio expresidente Barack Obama pidió una defensa activa de los “derechos democráticos” de los estadounidenses.

Mientras tanto, Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez se han reunido bajo el lema de “Lucha contra la oligarquía”, como si el Partido Demócrata no fuera también un partido de los súper ricos, fomentando ilusiones en la idea de que los demócratas realmente darán batalla. En cuanto a los aranceles, el Partido Demócrata aboga por el libre comercio del pasado que empobreció a la clase trabajadora del Cinturón del Óxido (región de Michigan) y permitió a las corporaciones estadounidenses obtener millonarios beneficios de la mano de obra barata mexicana. Pero la deslocalización neoliberal no sólo fue a México o China o Vietnam, también fue al Sur de Estados Unidos donde hay menos sindicatos y los empresarios tienen más margen para imponer condiciones laborales precarias.

Trump está prometiendo utilizar los aranceles para traer la industria y los empleos industriales de vuelta a Estados Unidos, pero cualquier escenario de este tipo, si realmente llegara a suceder, tendría que basarse en un programa de aumento de la explotación y la represión de los trabajadores y sus organizaciones, incluidos los sindicatos como el United Auto Workers. Lo que todas las corporaciones quieren es mano de obra barata y realmente no les importa si es estadounidense, mexicana o vietnamita.

Frente a estos ataques, líderes sindicales como Sean O’Brien y Shawn Fain se ponen del lado de Trump en el tema de los aranceles, enfrentando los intereses de la clase trabajadora estadounidense con los de sus hermanos de clase en todo el mundo, especialmente al otro lado de la frontera sur.

Una piedra angular del apoyo político a Trump es el rechazo de grandes franjas de la clase trabajadora a la agenda neoliberal, unido a la ineptitud de un Partido Demócrata que se aferra al statu quo. Debajo de los aranceles y las tensiones en el régimen bipartidista yace la experiencia política de la clase trabajadora en Estados Unidos. Aquellos que votaron a Trump con la esperanza de mejorar sus vidas se verán obligados a enfrentarse a la terrible realidad de que, la estrategia de Trump para resituar a Estados Unidos como una potencia internacional, su respuesta al pronunciado declive de la hegemonía estadounidense, se basa escencialmente en ataques a lo poco que queda del Estado del bienestar estadounidense, más precarización del trabajo y altos niveles de inflación e incertidumbre.

En los últimos años, el régimen ha sabido canalizar el descontento hacia las urnas, como ocurrió con Black Lives Matter en 2020. Esta vez, sin embargo, el descontento con el Partido Demócrata es más profundo y la experiencia de la vanguardia es mayor. Es esencial desplegar la más amplia unidad de los movimientos obreros, sociales y el movimiento estudiantil para frenar a Trump y levantar una perspectiva independiente para que esta vez, sea la clase trabajadora y no el Partido Demócrata quien salga fortalecida de la resistencia contra la nueva derecha en el poder. (LID)

Traducción: Gloria Grinberg

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