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Seis meses de Macri: ¿qué es esto?

El aluvión ceocrático que ocupó el poder desde diciembre pasado ya se llevó puesto el primer semestre. Veinte medidas de ajuste y una ilusión desesperada, sintetizan los primeros 180 días de gobierno de Mauricio Macri.

14 de junio de 2016| Fernando Rosso |

En medio año de gobierno de la coalición Cambiemos la crisis económica aceleró su ritmo. Se produjo una caída brusca en los índices de producción y consumo, aumentó la pobreza y el desempleo. Esta realidad genera un malestar evidente en amplios sectores sociales que se palpa en la calle, en las protestas dispersas y en múltiples manifestaciones cotidianas.

Con la excepción de las mediciones difundidas por los medios hiperoficialistas, la mayoría de las encuestas muestran una baja no dramática pero significativa de la imagen del Gobierno, pese a que mantiene el crédito. Algunos estudios de opinión aseguran que dilapidó el apoyo de 1,2 millones de personas de las 12,3 millones que lo votaron en la segunda vuelta.

Este escenario se desarrolla sin que el plan económico (si es que la orientación macrista alcanza ese rango) tenga logros u objetivos claros. Los tarifazos, que son la causa más profunda del malestar y de la crisis de un importante sector de la industria y el comercio - además de apuntalar la inflación-, no consiguen bajar significativamente el déficit fiscal. La entrega a los fondos buitre no provocó la “lluvia de inversiones” y las altas tasas de interés implicaron una llegada de divisas para la especulación que empujan a la baja el precio del dólar. Este factor, junto a la inflación, licúa las presuntas ventajas de la devaluación. La recesión y el jubileo que significó la apertura a las importaciones acentúan la crisis de algunas ramas de la producción local.

Frente a esta confusión general, el Gobierno comenzó un despliegue de pragmatismo político: avanza y retrocede, pega y negocia. Exagera los beneficios de sus medidas y luego sale a explicar que la herencia era más complicada de lo que parecía y el túnel que terminaba en el primer semestre se convirtió en la “Argentina brazo largo” con salida indefinida. La única que “ve la luz” es Gabriela Michetti, mientras Elisa Carrió le advierte que puede ser un tren que viene de frente. O la luz mala.

Esta muestra de pragmatismo presuntamente virtuoso quedó en evidencia con las tarifas: aplicaron los aumentos “a la que te criaste” y a medida que distintos sectores hicieron oír sus reclamos, el Gobierno fue rectificando parcialmente su postura y negociando con los gobernadores, dirigentes empresarios de la industria o referentes sociales.

"Me hubiese gustado que esta situación no ocurriera. Pero corregimos porque la situación lo merecía. Nos dimos cuenta de que las cosas se podían haber hecho en forma distinta. En este caso, consensuada con los gobernadores. Y eso favorece a la democracia", explicó Juan José Aranguren en el país en el cual… el que explica pierde.

El relato de iniciación de Cambiemos fue la “gestión”, el eficientismo del trabajo en equipo, un tecnicismo de los resultados: en ese terreno se encarga de perder todos los días un poco de prestigio.

Si Macri mantiene cierta consideración o crédito popular y sobre todo en sus propias bases de apoyo, se debe a dos elementos: el poco tiempo de administración y las responsabilidades reales del gobierno anterior en la situación que se vive en la actualidad.

El régimen macrista se sostiene más por la colaboración ajena, antes que por las virtudes propias.
Todo esto no hubiese sido posible sin el aporte del peronismo con su juego de fragmentación funcional (lo que no significa que sea menos real) y el sostén de la columna vertebral: la burocracia sindical.

El primer semestre transcurrió, además, en un escenario de judicialización de la política (y viceversa), una tendencia internacional que tiene su causa en el desprestigio de la política tradicional. Las democracias degradadas, sin partido militar a disposición, buscan una última instancia de salvación nacional en el bonapartismo judicial. Todos esperan divisar a sus Moros en la costa*, frente al naufragio de sus democracias decadentes.

Pero la realidad es que la famosa nueva derecha market friendly no puede asegurar el shock de inversiones largamente prometido. El Gobierno no desarrolla el plan neoliberal con el necesario grado de salvajismo exigido por los poderes reales y al mismo tiempo no puede evitar las consecuencias sociales de ajuste. No termina de conformar a propios ni a extraños. La encerrona trágica se llama relación de fuerzas.

El “Lilita” Carrió de los economistas ultraliberales, José Luis Espert, se encarga de petardear cotidianamente contra el keynesianismo irresponsable o contra el kirchnerismo culposo de Cambiemos y nombra la soga en la casa del ahorcado: reclama un ajuste más drástico y brutal.

El régimen macrista se sostiene más por la colaboración ajena, antes que por las virtudes propias.

El principado mixto

Nicolás Maquiavelo, el fundador más antiguo de la política moderna, explicó la ley de hierro de transiciones como las que protagoniza el “principado” de la CEOcracia que desde diciembre ocupa el Estado: “Se hallan grandes dificultades en esta clase de régimen político, muy principalmente cuando el principado no es enteramente nuevo, sino miembro añadido a un principado antiguo que posee de antemano. Por tal reunión se le llama principado mixto, cuyas incertidumbres dimanan de una dificultad, que es conforme con la naturaleza de todos los principados nuevos y que consiste en que los hombres, aficionados a mudar de señor, con la loca y errada esperanza de mejorar su suerte, se arman contra el que les gobernaba y ponen en su puesto a otro, no tardando en convencerse, por la experiencia, de que su condición ha empeorado. Ello proviene de la necesidad natural en que el nuevo príncipe se encuentra de ofender a sus nuevos súbditos, ya con tropas, ya con una infinidad de otros procedimientos molestos, que el acto de su nueva adquisición llevaba consigo. De aquí que el nuevo príncipe tenga por enemigos a cuantos ha ofendido al ocupar el principado, y que no pueda conservar por amigos a los que le colocaron en él (…)” (El príncipe, destacados nuestros NdR)

Cristina Fernández tuvo una intuición “maquiavélica” y colocó como todo programa de su Frente Ciudadano la apertura hacia todos aquellos que han empeorado su situación.

La operación que oculta el kirchnerismo y que callan sus nuevos batalladores culturales de la resistencia mediática (Roberto Navarro, C5N et al) es que la propuesta incluye a todos aquellos peronistas que colaboran fielmente con el nuevo orden, es decir, los que ayudan a empeorar sistemáticamente la situación de las grandes mayorías. El kirchnerismo emocional y Cristina en particular cumplen la perversa función de encubrir a los colaboradores y “unir a los argentinos” detrás de la fachada de un inofensivo Frente Ciudadano. No por nada defendió a Diego Bossio en el acto Comodoro Py cuando lo silbaron o aseguró que la palabra traición es “muy fuerte”.

En 2017 irán juntos para definir la interna “externa” y se demostrará que el “nuevo” engendro es una versión empeorada de en el mismo lodo todos manoseaos.

La otra pata vieja del nuevo “principado” de Macri es la burocracia sindical. Aceitados con fondos de las obras sociales todos festejan: cuentas llenas, corazón contento.

Hugo Moyano comenzó su temprano enfrentamiento mudo con Macri, no por el plan de ajuste acelerado que provocó miles de despidos o por el veto a la ley que los prohibía por seis meses; sino porque no cerraba la paritaria camionera y Macri obstaculizó su pase a la AFA. Es la peculiar manera moyanista de entender la hegemonía: hacer de su interés particular corporativo un interés universal y cuando resuelve su disputa de poder, deja en banda al universo entero.

En sus rabiosas catilinarias sobre el peronismo que se publicaron bajo el título de ¿Qué es esto?, el gran ensayista Ezequiel Martínez Estrada afirmó: “no modificó Perón ninguna de las secciones estructurales de la vida nacional y por eso el país sigue siendo, tras su caída, tan conservador como antes, sino más”. Si el pejotismo duro y el totalitarismo sindical son dos de las estructuras claves de la vida nacional, el kirchnerismo no puede sorprenderse de su conservadurismo actual cuando no modificó ni un ápice sus aparatos de hierro oxidado.

La Vati-señal

Para cerrar el primer semestre llegó una señal del líder del “magisterio de los gestos”. El papa Francisco rechazó el subsidio que Macri había otorgado por decreto a la Fundación Scholas Occurrentes.

Fue el gesto más caliente de la guerra fría que enfrenta al Papa y al líder el nuevo gobierno. El kirchnerismo residual, convertido al papismo, salió a festejar la resolución de Francisco.

Sin embargo, con la ambigüedad estructural que lo caracteriza, el Papa valora muy positivamente a María Eugenia Vidal por su inclinación a colaborar y acordar con tirios y troyanos. Un gesto que ningún kirchnerista buscó rankear en el trending topic, fue la elección de la ciudad de La Plata como sede para la realización del Partido por la Paz el próximo 10 de julio, un evento con estrellas futbolísticas de distintos lugares del mundo. Lo recaudado irá a parar a las cuentas del programa Scholas Occurentes. Como se dice popularmente: “la plata va y viene”… como los gestos.

La nueva derecha se sostiene menos en su mentada “meritocracia” administrativa antes que en el amplio movimiento del peronismo de la contención que tiene combatientes de lengua incendiaria para las batallas simbólicas, totalitarismo sindical para el control del movimiento obrero y bomberos con agua bendita para evitar el estallido. Como diría el general Perón: “todos trabajan”. Trabajan para volver a llevar al poder a los sospechosos de siempre. Un círculo vicioso que hay que superar para no repetir la perpetua historia de ajustes que siempre paga la mayoría popular.

*Sergio Moro es el juez que impulsa las causas contra la corrupción en Brasil

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