Los burócratas que cuidan sus cargos y los políticos con privilegios que se postulan no supieron conmover a los salteños o, «enamorarlos» -como dice la militancia- con sus ideas para que los voten. Las encuestas no favorecen a casi nadie. Fueron colocados en la bolsa de los «inútiles”, “mentirosos” y “chorros». Esos juicios de valor se deben a que el conocimiento público de los candidatos es también por las características psicológicas que pueden tener. Son analizados así porque se les atribuye una humanidad negativa.
A esta manera popular de observar la política, la describe la psicopolítica, disciplina que ignoran los que mandan en Salta. La psicopolítica analiza cómo el poder influye en la psique de las personas y las sociedades, especialmente en contextos de control, persuasión y manipulación.
Con las respuestas de mucho enojo a las encuestas, los resultados no favorecen mayoritariamente a ningún candidato. Se anticipa una marcada intención de ausencia en los comicios o, de votos en blanco.
Siguiendo a la psicopolítica, buena parte de la dirigencia está incluida en lo que podemos denominar la “política esquizoide«, esa condición que muestra la mentalidad, la lógica y los valores del dirigente, alejadísima de las vivencias populares.
Por su parte, el elector está contaminado por el escepticismo, no cree en sus instituciones, en la posibilidad de que con su voto bien dirigido podría gozar de liderazgos auténticos y conseguir la participación horizontal. El ciudadano común tiene el síntoma del cansancio por los debates frustrados de los proyectos y modelos que Salta necesita para salir del unicato político y del subdesarrollo. Se agrega un plus: el desencanto peligroso.
La sociedad no cree en la democracia representativa y republicana de tres poderes como forma comunitaria para todos. Muchos votarían sistemas autoritarios de gobierno con tal de que las carencias sociales desaparezcan y mejoren las condiciones de vida.
El rasgo esquizoide de los políticos sigue el patrón de distanciamiento de las relaciones sociales y la falta de expresión emocional. Esto fue visto en las inundaciones recientes producidas por el Pilcomayo y el Bermejo que aumentó la precariedad social en la zona con la mínima asistencia del Estado, la caída estrepitosa de la quinta hora de clase en la escuela primaria que afectó la calidad educativa de los alumnos y la salarial de los docentes, la falta de publicidad de los actos de gobierno del Gran Bourg a través de la prensa independiente, la oscuridad insoportable en los barrios cansados de la inseguridad que da la falta de luz, la privación de oportunidades de movilidad social ascendente para miles de salteños y, otras carencias que los políticos prometieron en elecciones anteriores que iban a desaparecer pero no cumplieron.
Este cúmulo de injusticias sociales contribuye al cuadro casi psicopatológico de disociación política de la elite gobernante.
Muchos ejemplos
Esa minoría dirigente (también ya se suma la social, la deportiva, la sindical, la del tercer sector y otras más) muestra a la política esquizoide como su principal característica. Solo en elecciones sale a hacer lazo social con la gente, al usar el débil gesto de la interacción social en los lugares donde están los votantes.
El resto de sus días, está encapsulada en un mundo interior irreal. Es capaz de afirmar su incoherencia discursiva, cuando la elite comunica que Salta se está desarrollando de acuerdo a un heroísmo güemense por su voluntarismo político, o que la obra social del Estado fue intervenida porque se quedó inexplicablemente sin fondos, pero que todo está bien.
La gran fantasía de la dirigencia es usar la estrategia del mensaje publicitario para disimular y aplacar -sin éxito- la total desconexión emocional con la población. La gente en su fuero íntimo repudia a la elite política por falta de pudor social, sobre todo cuando se conocen declaraciones juradas con veloces enriquecimientos de funcionarios y de dirigentes que ahora son flamantes y prósperos empresarios.
Toda esta psicopatología dirigencial hizo frágil la representación política y que las formas de la pobreza e indigencia no tengan ni voz ni voto en la mesa de las soluciones. La política decide para sí misma, mientras la gente aumenta su desencanto con la obligación de ir a votar a “chorros”, “inútiles” y mentirosos”.
La política esquizoide hizo estrago en las expectativas democráticas. Las elecciones cíclicas, en la psicología de los ciudadanos, los proyectan a la época del «¡Que se vayan todos!», del 2001.
El político con el síntoma disociativo sigue la táctica del avestruz: esconde la cabeza ante las distintas crisis socioeconómicas sectoriales de Salta para no resolverlas. Mete la cabeza en sus propios privilegios y distraído no advierte un Estado ausente y sus consecuencias inmediatas. Así, ese político formalizó el divorcio con la estructura social de inmensas demandas insatisfechas. Consultado por el periodismo el político de turno para que rinda cuenta de sus negligencias y omisiones, no tolera la ‘Pregunta Soldano’ (aquella que es muy profunda) ni menos repreguntas, ni los pedidos de acceso a la información pública, ni la diversidad de partidos. Se nota que con el modo de partido único tomó el poder.
Además, niega la existencia de una disociación con la gente y le atribuye a la ínfima oposición que sobrevive, la intención de querer victimizar al gobierno por sus esfuerzos. Por supuesto, una lectura absurda de la política que perdió el rumbo del bien común.
Y al desconocer el desencanto de los ciudadanos, el poder valla la Legislatura, impone la ley anti piquetes, no crea consensos sino unanimidades con sus pares políticos esquizoides de toda realidad.
La dirigencia prefiere reemplazar el diálogo por el desapego social, rebaja aún más la expresividad emocional y la empatía (rasgo esquizoide principal, tal vez de la clase política). Prefiere la prolongación de los conflictos, auspicia la falta de decisiones urgentes y no actúa sobre el déficit de crecimiento salteño para superar las carencias socioeconómicas individuales y grupales.
Tantos indicadores de política esquizoide muestran la evidencia de que muchos salteños, sujetos políticos a la hora de votar, sientan el vacío de escucha por parte de la dirigencia. Es que sus representantes legislativos y ejecutivos operan desde realidades paralelas. (Por Rodolfo Ceballos opinorte)
La disociación de la política con la gente es casi psicopatológica
Alerta spoiler. Adolescencia: la construcción de lo masculino en el laberinto digital
Es Genocidio. El precio de contar el genocidio en Gaza: más de 200 periodistas palestinos asesinados
Consumo de agua: más alarma por imágenes estilo Ghibli que por la megaminería en Mendoza
Análisis. Aranceles de Trump: el impacto que vendría sobre las exportaciones de Jujuy
Fascismo en Alemania. Demontando falsificaciones de la ultra derecha: ¿Hitler, comunista?
Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz
Portada | General | Politica | Policial | D.D.H.H. | Cultura | País | América Latina | Mundo | Pueblos Originarios
Copyright 2001 - 2010 - Todos los derechos Reservados - copenoa.com.ar