La casa…¿está en orden?

El ultrakirchnerista diario Página 12, en su edición del 15 de marzo de 2008 y con la firma de Alfredo Zaiat, redescubre a la oligarquía vacuna y asegura que "el Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores contabiliza cerca de 1,3 millón de personas ocupadas en el campo. Los últimos datos reflejan que apenas un cuarto de ese total, alrededor de 325 mil, tiene salarios en blanco".

El comentarista informa, concluyente: "El promedio salarial de ese pequeño grupo de trabajadores no llega a los 1.500 pesos mensuales" y aclara que "también se les paga con comidas y viviendas precarias". Más adelante, se queja, al borde de la angustia: "Sólo los desocupados están en peor situación".

Se podría decir que Página 12, hizo, en esta columna, la más consistente evidencia de la política laboral del gobierno kirchnerista: maestros y maestras que, en todo el país, cobran el 60% de su salario en negro, con un básico que apenas supera los 500 pesos y un sueldo de bolsillo de 1.100 pesos; con provincias como en Salta que abonan con tickets canasta el 20% del salario total; con profesores universitarios de tiempo completo que apenas llegan a los 1.500 pesos mensuales (también con porcentajes en negro); con antigüedades congeladas y jubilaciones precarizadas, ¿no se parece esta exposición a la descripción del firmante Zaiat? En verdad, no es una paradoja moral la que surge de Página 12. Es directamente, una inmoralidad.

Y no ha de ubicarse uno a defender a terratenientes y oligarcones golpistas, pero hay que coincidir en que miles de productores lo son sobre la base de un esforzado horizonte de sacrificio que deriva, seguramente, en un porcentaje más alto de ganancias que el común de los asalariados de los que Página 12 se lamenta, pero ha de reconocerse que la política económica nacional es, al menos, escuálida de inteligencia.
"Sólo los desocupados están en peor situación". Se reconoce acá la existencia de desocupados en la "patria kirchnerista", que seguramente dejarán de serlo cuando el INDEC lo termine manipulando el propio Kirchner.

Todo esto podría aparecer como una anécdota más de un pervertido periodismo oficialista como muchos de los que se conocen, pero no se queda allí la cuestión. En la misma edición y a cinco páginas del primer comentario, hay un enorme aviso del Ministerio del Interior sobre la seguridad en el tránsito: "Si te vas en Semana Santa volvé" que se repite, con otro eslogan, en la página 8. En la página 11, hay un aviso de la Ruta Nacional 81 que no inauguró Cristina Fernández, y después, sigue en la página 17 un cronograma de la Biblioteca Nacional con orden de publicidad a cargo de la Presidencia de la Nación. Todos estos anuncios publicitarios son pagados por el Gobierno Nacional en cantidades desmedidas de dinero.

Mientras tanto, en la tapa de Página 12 del sábado pasado, se manipuló la leyenda de una fotografía de AFP, en la que un Mercedes Benz sport descapotable, surge entre el humo de un piquete agropecuario. La leyenda de esa foto en el diario, decía que era el auto de un productor y hasta el título pretendía ser más claramente ingenioso: "Piquetes Benz". La verdad se publicó en el diario Crítica, de Jorge Lanata: era el auto de un arquitecto de 55 años, llamado Antonio Raúl Antoliche, que logró eludir el corte de los productores y cruzó en medio de la humareda y que además, no tiene nada que ver con la agricultura: "¿Yo? Ni una hectárea", aclaró riéndose.

Este modo de periodismo que distrae, con la voluptuosidad del engaño y la imbecilidad de la alcahuetería, es el que se ha puesto de moda desde los ’90 para acá, con un crecimiento notable de papanatas y zopencos que, bajo la pretendida emulación de un Verbistky enamorado del poder político y con la anuencia de la Fundación Ford, disfrazan de modernidad lo que, en verdad, es la más descabellada aventura de enfrentamiento entre los argentinos bajo el antifaz de una democracia inexistente.

Carnes que no hay; alimentos que crujen por el precio; piquetes virtuales de signo kirchnerista en Internet; guardia pretoriana de camioneros enriquecidos, malevos y delincuentes; amenazas de violencia en las rutas; cortes auspiciados por el gobierno en puentes internacionales; una desmedida inseguridad; el peor panorama de la accidentología automovilística; la asquerosa pompa presidencial con una cohorte de simplotes jugando a ser gobernadores "k" o funcionarios de segunda a lo que venga; dinero público para el enriquecimiento vil de los que mandan y la tilinguería de la frivolidad en un país en el que se cometen genocidios diarios, son el peor panorama de una institucionalidad inexistente.

El radical Gerardo Morales tiene razón: el 55% de los argentinos no votó al kirchnerismo y casi seguro que el 90% de los que lo votaron, lo hicieron porque creían otra cosa. Como en Salta, donde mucho buscaron el cambio en un petimetre juguetón y con ideas pobladas de pendejadas. Pero también habría que imputarle a Morales sus filos con Lavagna y la ausencia radical en los grades ámbitos de la conciencia popular. Es decir, sin oposición, también crece la fatuidad y la mengua de la institucionalidad.

Durante mucho tiempo, Horacio Verbistky (acusado de sustraerle los originales de su novela "Ezeiza" a Rodolfo Walsh) se complacía recordando la tragedia alfonsinista de Semana Santa: "La casa está en orden". El ex vocero de Mario Firmenich, cercano a los marinos de Emilio Massera y "escrachante" profesional (pago, claro) no podría resumir esta Semana Santa de 2008, con la burla de entonces, pues sino, surgiría el punzante y vigoroso interrogante a su brillante sesera, y sin comillas: ¿la casa…está en orden?.