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"Mi reino por una idea..."

Ricardo III de Inglaterra pedía por un caballo ("¡A horse! ¡A horse! ¡My Kingdom for a horse!"), porque el suyo había perdido la herradura por falta de un clavo y se piró, nomás, mientras el Rey se iba al demonio. Una retahíla de sucesos, donde la falta de ideas antes que de herrajes, hizo que se perdiera un reino.

5 de junio de 2009| Nelson Francisco Muloni |

La historia de Shakespeare más que rescatar la importancia de las cosas sencillas, como suelen reivindicar algunos estudiosos, pasa por la precariedad de miras, primero, y la falta de ideas, después. Nadie en su sano juicio, sale a correr en bicicleta sin ponerle el manubrio.

Porque a Ricardo, le falló la herradura. Lo apuró tanto al palafrenero que éste herró el caballo como pudo. Y así le fue, por supuesto. Al último, hasta un bagual le hubiera venido bien al Monarca que emprendió su última batalla sin haber elaborado una mínima estrategia y con un caballo a punto de convertirse en huidiza doncella.

Apenas caminando, uno se pone a observar los aprontes electorales para el 28 de junio. Ve candidatos de sólo girar el rostro una cuarentena de grados. Todos, salvo Jorge Folloni y Carlos Morello (dos rostros de seriedad bovina), sonríen como si se hubieran sentado en una pirca bordeada de espinas.

Cualquiera de los mensajes (si se pueden llamar así a los slóganes de campaña, tan estupidizantes como la sonrisa boba de los postulantes) deja una hendija para la carcajada o la decepción. "¿Qué habéis hecho con mi sufragio?", podría haberle preguntado Ricardo III a alguno de estos muchachos de pretensión electoral, aunque, claro, Ricardo jamás hubiera apelado al voto. Como el PJ. O como los radicales-socialistas convertidos en desvergüenza de la política.

Como en aquel libro de lectura de los años ’50, un opúsculo que se llamaba "Upa" y que contenía cosas como "Mi mamá me ama" o "El oso amasa", con algunas paginillas en las que Evita era un hada rubia, los mensajes de ahora expresan, poco más, poco menos, algo así como "Por Salta, por Urtubey, por Nosotros, por la Mar en Coche...", en letras ariales o bodonis puestas al lado del rostro inefable del chirle llamado Fernando Yarade, ultrakirchnerista a la bartola, es decir, sin saber qué cornos es lo que va a hacer.

Del otro lado, Walter Wayar, del peronismo disidente, antikirchnerista (aunque no dudó en sobarle el lomo a Kirchner en la campaña del 2007), se muestra con el lema: "Vos sabés...". Un montón de "sic" podría adornar el escabio mensajero de todos estos aspirantes a desesperados cambalaches de los escaparates impúdicos

El tema es que, más allá de una dosis altamente perniciosa de mensajes lanzados al aire (la alícuota de Roland Barthes y de Ferdinand de Saussure quedó en el inodoro de los "hacedores" de campaña), los propios candidatos son incapaces de elaborar una sola idea que permita pergeñar, al menos, cuáles pueden ser las intenciones de los postulantes de llegar a las ansiadas curules.

"Yo amo a mi país, a mi gente", podría ser la síntesis de las propuestas de campaña. Unos, como el llamado "príncipe de la soja", Alfredo Olmedo, no tienn empachos en ponerse a regalar autos o motos a la concurrencia de sus actos, con el fin de romperle la dignidad a patadas. "¡Viva la Patria!", grita el postulante, tras asegurar que propondrá, desde su escaño, el retorno del servicio militar obligatorio, ante el generalizado y estruendoso aplauso de miles de personas que se martirizan con el frío para escuchar el mensaje salvador. "Por fin, mis hijos tendrán dónde hacerse hombres", habrá pensado alguna madre harta de los adolescentes que la desquician en la humildad de las casas. No sabe que también pueden devolvérselos atorrantes o muertos.

En las caminatas (no más de una veintena de vecinos) los postulantes reciben quejas y pedidos, más que militancia y esfuerzo. La culpa no es de los que se quejan o piden. Es de los que prometen como cuenteros de antes, enmarañados en las orgiásticas mentiras que, a su vez, recibieron de sus antepasados.

Es verdad, como para salir de la generalización, que hay quiénes dan a conocer sus propuestas: habitualmente, son los candidatos de cierta izquierda comarcana que aún no se define si deja de apoyar al kirchnerismo, primero, o a Urtubey. O viceversa.

Pero ideas, lo que se dicen ideas, no hay ni para la sed. Me acuerdo, en medio de aquellas luchas docentes de 2008, cuando entrevisté al docente Claudio Del Plá, del Partido Obrero, y me dijo: "A este gobierno no se le cae ni una sola idea", frase que utilicé de título de la entrevista. La referencia, tiene que ver con que el principal símbolo político de la provincia de Salta, su gobernador, Juan Manuel Urtubey, es apenas una especie de vocero descalificado de la nada. Nada casi total, diríamos, por darle algún changüín con el "casi".

Por el lado del Acuerdo Cívico y Social, la impudicia de sus actores impide analizar el quedo de sus neuronas. Que el llamado radicalismo-socialista (una especie surgida al amparo de los romances espurios entre radicales tirifilos y prostibularios, e interventores de escaso caracú) lleve como principal candidato a un ex renovador que se ganó, con más, el título de "decano" de los becados del Estado, como Ricardo Gómez Diez, ya es una afrenta a la inteligencia. Y a la moral. La misma que después despliegan como bastardeado estandarte de sus traseros sucios.

¿Y de ideas? En Gómez Diez, sólo queda el tufillo de la dictadura militar sosteniendo una militancia burocrática soldada a fuego desde el año 1978 a la actualidad. Es lo que rescataron los, digamos, "radicales".

La lista podría ampliarse. Y hasta sería necesario hacerlo algún día. Pero las gentes, a veces, también cierran sus horizontes a la caída de cualquier idea. No hay fuego sagrado atravesando las esperanzas, sino apenas, un fuego fatuo sostenido en las podridas aguas de las ciénagas políticas. Ya no el bagual ni el viento para Ricardo III. Ya no la herradura perdida. Hubiera sido mejor, una idea, una sola idea...

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