No es difícil superar la crisis económica, pero lo es que los Kirchner se decidan.

El fantasma de default, que tanto sufrimiento causó a los Argentinos hace muy, pero muy, pocos años, ha vuelto a rondar. No sólo los gurues malditos de Wall, las asepticos técnicos del Banco Central de España nos ubican en esa situación de país de “alto riesgo”. Y aquí banqueros cercanos al kirchnerismo, como Jorge Brito, han emitido señales de alarma junto a las obvias críticas a la manipulación de las estadísticas.

Las críticas de ese y otros empresarios son una señal muy significativa en lo político, porque la historia de la Argentina es clárisima acerca de la timidez de los empresarios a meterse con el poder, ha ocurrido con todos los últimos gobiernos menos con este. Prefieren no confrontar porque pueden, piensan, perder algún negocio, cuando confrontan es porque ven al poder político sumamente alicaído. Y han empezado a confrontar hasta los popes de la Unión Industrial tradicionalmente campeones de la complacencia.

Y por cierto, ese clima de indisciplina, ha llegado a la indisciplina de muchos dirigentes y legisladores del justicialismo, también históricamente impensable en un gobierno justicialista. Este aspecto político es sugestivo porque esa gente se maneja con el olfato.

Pero vayamos al análisis de las perspectivas económicas y su relación con la política. Empecemos por lo obvio: el gobierno desperdició una fantástica oportunidad para la Argentina al no aprovechar los excepcionales precios de los productos de exportación para financiar el desarrollo. Hay todavía algún margen, pero el mejor momento, para nuestra desgracia, se dejó pasar.

Pese a la estúpida creencia neoliberal, expresada estos días, de que la teoría del deterioro de los términos del intercambio es falsa, el auge de los precios de las materias primas no será eterno y de hecho ya ha existido una freno y los números positivos de la economía norteamericana conocidos esta semana (crecimiento del 3% del producto en el segundo trimestre) puede generar una salida de los capitales especulativos del mercado de commodities y profundizar el freno.

No obstante, aunque hayamos perdido una gran oportunidad, la recuperación es posible con las condiciones que enumeramos más abajo. Antes hablemos de las serias dificultades que han vuelto a agitar el fantasma del default:

a) En el año próximo, para no caer en default, hay que pagar alrededor de 25.000 millones de dólares (hay vencimientos de capital por 19.700 millones y el resto son intereses y cupones de ajuste de capital). Es alcanzable con un superávit fiscal, digamos, del 4% del PBI y con un financiamiento de terceros países y de organismos internacionales.

b) El gasto público ha aumentado a una tasa anual del 40% y la recaudación al 31%. Una proyección de esa tendencia es que el superavit se reducirá a cero.

c) En rigor el panorama es más dificil que esos números, porque las cuentas públicas están distorsionadas y ha empezado a utilizarse el sistema de atrasar pagos para que las cuentas cierren (a proveedores y provincias).

d) Cubrir ese bache con impuestos parece muy difícil, porque ya la presión tributaria nacional es del 32% a lo que hay que sumar el 4,6% de las provincias, una presión que dificil la economía pueda soportar sin recesión y sin reacciones sociales.

e) El cuadro fiscal se complica, porque los famosos superavits gemelos (fiscal y del intercambio) no funcionan como antes: el superavit del intercambio comercial se mantiene, pero en los últimos meses la salida de dólares es mayor que la entrada por fuga de capitales.

f) Si el bache no puede cubrirse con más impuestos unicamente queda el recurso del financiamiento internacional, pero hoy por hoy es prácticamente inexistente (sólo presta Venezuela en módicas cantidades y a la tasa usuraria del 15%).

Como dijimos el bache puede salvarse, pero ello requiere un cambio muy drástico:

1) Una fuerte reducción del gasto público, en particular fuerte disminución de los subsidios que suman 35.000 millones de pesos.

2) Cambio de política para que esa disminución sea posible (sinceramiento de las variables y de los índices falseados, ataque a la inflación en su causa, restauración de la inversión y del financiamiento internacional).

3) El sinceramiento de las variables debe incluir, naturalmente, el tipo de cambio, que el gobierno está atrasando al mejor estilo neoliberal para que en ausencia de política de desarrollo el tipo de cambio no presione sobre el nivel de precios internos. ¡Como Cavallo atraso cambiario para “frenar” (en realidad es tapar) la inflación!

4) Ese es escenario naturalmente castiga la producción y la inversión.

5) Restaurar las condiciones del financiamiento internacion requiere solucionar cuestiones como las que se plantean con la deuda con el Club de París y con los títulares de títulos argentinos que no entraron en el canje de deuda.

6) Y por cierto todo ello cobra sentido con un programa de mediano y largo plazo de desarrollo nacional.

Si se actúa con rápidez el sinceramiento y la supresión de los subsidios puede hacerse con un razonable gradualismo, si los dolores sociales del shock, del “rodrigazo”, pero cada semana que pasa la situación se irá tornando más compleja y más dificilmente manejable.

Pero el gran problema es que Kirchner ni siquiera concibe la posibilidad de emprender ese camino. Es la de no imitar a ese simpático animalito de orejas largas, el burro, que nunca pisa dos veces la misma piedra. Las dificultades económicas no son tantas como las que crea la incomprensión kirchnerista de la realidad.

Y merece un párrafo la cuestión del arreglo con el Club de París. Como se sabe, el Club de París para refinanciarnos requiere una auditoría del Fondo Monetario Internacional y por ello ronda en el gobierno la idea de pagar al contado sacando plata de las reservas del Banco Central. Esa medida tiene sentido si al mismo tiempo tomamos las restantes medidas para sanear realmente la situación, porque de lo contrario su alcance sería muy limitado y no se restauraría ni la confianza ni el financiamiento internacional, subsistirían las dudas actuales y tendríamos menos reservas.

Algo más sobre el FMI. El gobierno no acudirá a esa vía tanto por prejuicios como porque no está en condiciones de pasar un examen. Pero de cara al futuro cabe esclarecer este punto: con el FMI puede negociarse aceptando sin condiciones la política del organismo, a lo Menem-Cavallo y también otros gobiernos, o puede negociarse a lo Frondizi. Esto es, puede negociarse con un programa nacional en la mano y no aceptar lo que no sea aceptable. Es lo que hizo Frondizi, negoció después de haber lanzado su propio programa que se llamó, justamente, de “estabilización y desarrollo”. Frondizi pudo acordar con el FMI, abrir el financiamiento internacional y no frenar su política de desarrollo. El método Kirchner sería una supuesta tercera posibilidad. Pero no lo es, porque calentando la olla a presión el país corre el riesgo de terminar igual que con Cavallo. El aislamiento internacional y la falta de política no es una alternativa seria a la entrega neoliberal, es lo que ya hemos visto otras veces en la triste historia económica del país.

Aquí está el problema que señalamos antes: la situación económica es compleja pero manejable. Manejable si se tiene una política adecuada. La cuestión es no sólo que el gobierno no la tiene, sino que su actitud es negar la realidad, es ni plantearse siquiera el problema.

Si no asimiló una derrota como la que sufrió frente al campo, si persiste en creer – o en querer hacer creer - que los que lo critican son golpistas, si cree que con cambios cosméticos o de oratoria puede solucionar los problemas, si no aprende de sus errores, el panorama, por cierto, se tornará dificil.